“¿Tienes complejo de carro?” me gritó alguien un tanto molesto. Yo también incurro en la indisciplina de transitar por la vía destinada solo a los vehículos. Aunque actitud peatonal incorrecta, compartida con muchos coterráneos, su reiteración viene dada por el mal estado de los tramos diseñados para protegernos, y que, al contrario, pudieran poner en riesgo nuestra integridad física.

La deplorable situación de las aceras capitalinas trasciende el perímetro denominado arterias principales. Pero en honor a la realidad hay que señalar que incluso allí, en las áreas de mayor incidencia poblacional, las aceras pudieran ser consideradas “caldo de cultivo” para accidentes. Las caídas de ancianos y niños son frecuentes a nuestro alrededor asociadas a la inseguridad al caminar, y se generan a partir de la perdurabilidad del enfoque concebido para el mantenimiento vial, planificado desde las instancias provinciales sin un conocimiento cabal de lo que hoy sucede al interior de nuestras cuadras.

En mi época de delegada, presenté varias demandas de mis electores, ante la funcionaria de viales, la cual me advirtió que el plan del año ya estaba elaborado y que no contemplaba ninguna zona barrial pues este se concibe en su casi totalidad para las rutas más concurridas. Tal vez en etapas anteriores ese esquema haya sido funcional pero ahora, en 2019, hay tal acumulación de aceras rotas que sería oportuno una nueva estrategia para hacer más y mejor por la capital y por sus peatones.