Decir que lo extraño es quedarme corta, aunque para ser consecuente con mis sentimientos tengo que admitir lo muy cerca que sigue estando amén de su adiós, relativo e inadmisible en la fragua de los amores contundentes. No a diario, pero sí con muchísima frecuencia papi con sus consejos, legados de un pasado compartido incluso con legendarias broncas, me saca de titubeos y entuertos. Y con su militante optimismo estimula a desbrozar las malezas de las circunstancias que, en ocasiones, intentan cercar las proyecciones a futuro, sobre el cual me enseñó a considerarlo siempre rutilante, a pesar de las dificultades.
En una actividad laboral por el Día de los Padres algunos homenajeamos a la otra mitad que nos trajo a este mundo. Por mi parte comenté en versos: “descaminé estar-partir, ansiedad-resistir, plano-grueso, lerdo-pronto, árbol-cielo y flor con jardín. Discordantes frases, complicadas metáforas, enumeración confusa de tiempos, sujetos y verbos. Mas nunca falló la poderosa precisión al pronunciarte padre”.
Y esa certeza de su acompañamiento y comprensión se afianzó durante el período especial cuando fue tan necesario desde un soporte alimenticio hasta la más serena convicción de que “Sí se puede”, frase que papá decía le tomaba prestada con respeto a su tocayo el General de Ejército. Cambiaron las condiciones y los escenarios, pero el Viejo siguió siendo un convencido defensor de esta Cuba Socialista, la que vivía en una data de dominó, en los casquitos de guayaba con queso o en una conferencia del Doctor Eusebio Leal. Sin embargo, donde más extendió las fibras de este país amado fue en sus hijos enseñándonos que, etimológicamente, la paternidad también se concreta al honrar y trabajar por la Patria.