El restaurante-bar Yang-Tse, especializado en comida china, siempre gozó de muy buena aceptación entre los capitalinos, quienes ahora agradecen su reapertura a fines de 2018, como parte de las unidades gastronómicas remodeladas con vistas a la celebración del Aniversario 500 de La Habana.
Ubicado en la céntrica intersección de las calles 23 y 26, en el Vedado, el sitio cuenta con más de 15 platos a base de pescados, mariscos, pollo, cerdo y res; también tiene a su favor la atención por parte del personal, el servicio sin mucha espera y precios asequibles.

Sin embargo, pudieran ser más los clientes interesados en volver, si allí no se descuidara la calidad y cantidad de las elaboraciones. Uno llega a sentirse estafado cuando, por ejemplo, le sirven un cóctel de camarones con apenas cinco unidades, y un arroz frito tan diminuto en su gramaje como las lonjas de res; estas últimas se presentan ante el consumidor tan ripiadas que semejan picadillo.

De hecho, las limitadas raciones obligan a repetir el mismo plato o pedir otro fuera de los planes, lo cual, a la larga, supera el presupuesto inicialmente previsto. Asimismo, la ausencia de sabores idóneos y propios de algunas ofertas culinarias provoca que el comensal salga disgustado, sin deseos de retornar y mucho menos de recomendar el sitio.

De cara al medio milenio, el Estado invierte millones de pesos en obras que contribuyan al desarrollo económico y social, al tiempo que la población encuentre opciones para su disfrute. Chocar con las realidades antes mencionadas, hace que habaneros y visitantes experimenten decepción y se queden a orillas del Yang-Tse.