“No tengo orientación para poner el cuño en el documento que usted presenta” —, fue la respuesta que me brindó la encargada de viabilizar los trámites en el policlínico de mi barrio. ¿Cuál fue el manuscrito presentado y por qué su respuesta?, relatar un poco no está demás.

Días antes presenté un cuadro clínico cuyo diagnóstico –según las orientaciones-, resulta una alarma: dolor fuerte en la garganta, secreción nasal, estado febril y dolores lumbares. ¿Diagnóstico?, no hubo. De manera directa me remitieron para ingreso en el Hospital Universitario Clínico Quirúrgico Manuel Fajardo, por sospecha de dengue.

No me detendré en todo lo que trajo consigo el hecho de que no me presentara en la institución médica. Hasta último momento estuve lista para que la patrulla (medio de transporte) pasara a recogerme y hacer entrega “oficial” de una paciente rebelde.

Una segunda vez en el consultorio, la doctora me inspecciona una y otra vez, y determinó que padecía de Rinopatía alérgica y Sinusitis aguda. Mi consuelo es que, diferente al primer día, pude explicar cómo me sentía y fui examinada con lupa, lo que se debió hacer antes de la remisión para el ingreso.

En vista de que expectoraba fuerte, la facultativa emite un certificado médico. Cabe aquí el dicho de “poner el parche antes que se abra el hueco”, pues la doctora advirtió la no existencia, ni en el consultorio ni en el policlínico, Modelos Oficiales de Certificados Médicos, por tanto, debía escribirlos y adjuntar una nota explicando el motivo.

Casualmente entraba un trabajador del policlínico y la doctora le preguntó si la situación se mantenía, a lo que su colega respondió afirmativamente, alegando se estaba haciendo todo lo posible por darle rápida solución.

Si no hay modelos de certificados ¿Cómo se pone el cuño en el policlínico y qué debo entregar en mi centro de trabajo?— pregunté. “Ve al policlínico y preséntalo de todas maneras”—, respondió la doctora.

En el camino pensaba que, en vista de cómo estaba la situación y teniendo en cuenta el monto de personas que van a la institución médica en busca de lo mismo, no tendría problemas al presentar ese papel con la firma y el cuño de mi doctora, además de la nota adjunta. ¡Error!

—Buenas tardes, vengo a validar este certificado médico. Como sabrá no hay modelos oficiales ni aquí ni en el consultorio—, explico, mientras supongo que la recepcionista debía conocer. Ella responde afirmativamente y concluye tal cual comencé estás líneas: “No tengo orientación para poner el cuño...”

Por supuesto, no me parece lógica su respuesta, porque no concibo que en una institución médica carente del Modelo Oficial de Certificados Médicos, la encargada de asentar, validar y acuñar el documento, no tenga la “orientación” de viabilizar dicho trámite, aun conociendo la situación.

Me pregunto si es lógico que sea el propio paciente quien deba gestionase un modelo, digitalizarlo y guardarlo como documento preciado en su ordenador para casos excepcionales como éste, o simplemente ¿qué hacer ante una situación así?