
Vivimos tiempos de definiciones, en todas las acepciones o significados de esta palabra, sobre todo para no confundirnos, permanecer inmóviles, sin escuchar el grito de la verdad y, a veces, ni siquiera las aplastantes imágenes de una realidad que nos resulta desconocida; sin embargo, es cotidiana en las calles de cualquier nación del planeta donde los gobiernos representan los intereses de los ricos y, específicamente, de Estados Unidos.
Fotografías con escenas de represión y miseria captadas en Haití, Colombia, Chile, Brasil, el Oriente Medio, son burdamente atribuidas a Cuba, a través de los misiles mediáticos o mentiras lanzadas al ciberespacio desde plataformas controladas por las megacorporaciones que dominan la Internet y tienen un basamento en la estrategia geopolítica expansionista de Washington.
Más de seis décadas de resistencia contra agresiones directas y el sostenido bloqueo genocida impuesto por la Casa Blanca contra la nación cubana no han podido quebrar el núcleo que sostiene la unidad del pueblo y su Gobierno que se ha constituido en un ejemplo internacional de soberanía e independencia.
Los que se han dejado confundir en medio de las circunstancias defienden espurias motivaciones vinculadas al llamado “sueño americano” y, por supuesto, la ignorancia les impide ver que no forman parte de los planes de quienes añoran repartirse a Cuba como lo hicieron los gobiernos seudorepublicanos antes del triunfo de la Revolución de enero de 1959.
Evoco a nuestro José Martí, quien conoció la esencia de los peligros que representó siempre la expansión voraz de Estados Unidos, con una administración que, por vez primera, muestra la existencia de un solo partido en la nación norteña (Republicano-Demócrata), con un presidente que representa los propósitos de la ultraderecha anticubana con una fuerte influencia, prácticamente dominante, de los congresistas de ascendencia cubana-americana en el estado de Florida.
Expresaba nuestro Héroe Nacional: “(…) Pero no augura, sino certifica, el que observa cómo en los Estados Unidos, en vez de apretarse las causas de unión, se aflojan; en vez de resolverse los problemas de la humanidad, se reproducen; en vez de amalgamarse en la política nacional las localidades, la dividen y la enconan; en vez de robustecerse la democracia, y salvarse del odio y miseria de las monarquías, se corrompe y aminora la democracia, y renacen, amenazantes, el odio y la miseria (…)”.
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