Foto: Tomada del perfil de Facebook de Eduardo Rodríguez Dávila

En circunstancias en que el transporte público de pasajeros en Cuba, en cada una de sus modalidades, dista de satisfacer las necesidades de la población, no resulta fácil abordar el tema públicamente, consciente de las expectativas de solución que pueden tener muchas personas a su movilidad en cada una de las provincias del país.

Hace pocas semanas, ese ejercicio fue aún más complejo, pues lo hacíamos frente a quienes tienen vivencias en cada uno de los municipios del país y representan a sus habitantes. Me refiero al último periodo de sesiones de la Asamblea Nacional, en el que se realizaba el ejercicio de la más alta fiscalización al ministerio de Transporte.

Tuve que explicar que en los resultados negativos de las transportaciones de pasajeros y cargas influye de manera determinante la inestabilidad en la disponibilidad del combustible necesario para respaldar los planes de transportación y las carencias de piezas de repuesto y diversos recursos que se adquieren en divisas, para mantener activos los vehículos que ofrecen esos servicios, entre otras problemáticas organizativas y de disciplina de todos.

Esa realidad, que estamos enfrascados en transformar, no debe soslayar importantes transformaciones que han tenido lugar en este mismo semestre, entre ellas la actualización de la política para la comercialización de vehículos en el país; la adquisición y puesta en explotación de 100 microbús nuevos; la presencia cada vez más común de los triciclos eléctricos en distintos municipios y en todas las provincia del país; las 15 nuevas ambulancias que funcionan en La Habana con un modelo diferente de gestión; la adquisición de piezas de repuesto, gomas y baterías para mejorar el estado técnico de los vehículos, embarcaciones y locomotoras dedicados a la transportación pública de pasajeros, entre otras acciones respaldadas en todos los casos con los propios ingresos del sistema del transporte.

Pero ante la disyuntiva de cómo terminar aquella intervención ante todos los diputados y ante el país, surgió nuevamente esa montaña de pensamiento coherente que nos ha traído hasta aquí: Fidel. No para encontrar en él la solución puntal a cada problema de hoy, muchísimos y diferentes a los de tiempos pretéritos, sino para no perder la sensibilidad que será siempre imprescindible para aquellos que tenemos una función pública: “Cada vez que ustedes reciban a un pasajero, trátenlo como ustedes desearían que en cualquier ómnibus tratasen a su hijo, a su compañera, a sus padres, a sus hermanos”. Así terminé, con Fidel.

Yo no tuve la fortuna de haber dialogado con él, como otros muchos compañeros con quienes trabajó de algún modo. Mi foto con Fidel es aquella en la que en un grupo aparezco desde la distancia; pero al igual que para muchos cubanos, Fidel siempre ha estado cerca; y hoy, cuando son muy complejos los desafíos, aún más. Hay cosas que tengo claro debo hacer cotidianamente o ante situaciones excepcionales, y no es difícil descubrir en ello la huella de Fidel. Esa sí está cerca de mí, hoy, en su centenario por venir y siempre. Y no solo para terminar, también para cada comienzo.

(Tomado del perfil en Facebook de Eduardo Rodríguez Dávila, ministro de Transporte)

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