
El verano está aquí, toca a la puerta, y con la llegada de la etapa estival por excelencia, la mayoría de quienes disfrutan del merecido descanso, laboral o estudiantil, salen a buscar o inventarse, la mejor manera de pasarla bien, según dicten sus preferencias.
Sabido es que el sopor y el ocio nos mueven a buscar opciones fuera de casa. Por lo general, junio-agosto es un trimestre, que en la Isla, resulta casi un vicio priorizar excursiones playeras, sobre todo por parte de adolescentes y jóvenes, que también persiguen bailables y fiestas, además de cualquier otra forma de esparcimiento, siempre y cuando sea en “piquete”.
Cualquier espacio resulta un buen pretexto, para reunirse en familia, por parejas o entre amigos, alejado de la rutina hogareña y sus múltiples cosas pendientes.
De manera que, a partir de ahora, la capital se convertirá todos los días en un hervidero, con el movimiento de miles, tal vez cientos, de personas que cada jornada encaminarán pasos al trabajo o querrán sacarle el máximo a sus vacaciones, pero muchos de ellos lo harán sin tener en cuenta que la garantía de un disfrute pleno y lo que es más importante, un regreso sano y sin contratiempos, depende de una actitud responsable en la vía, ya sea como chofer o peatón.
Los descuido, desperfectos en los vehículos, las maniobras incorrectas u otros deslices, puede ocasionar una tragedia vial en cualquier momento del año, pero ahora, cuando la ciudad se abre a la etapa de vacaciones masivas, por excelencia, con la intensificación del flujo de vehículos y peatonal, aumentan también las probabilidades de ocurrencia de accidentes del tránsito, y entre ellos, lo que clasifican como masivos, al reportar tres o más víctimas, ya sean heridos o fallecidos.
El transgresor de una disposición vial no solo corre el riesgo de convertirse en protagonista de una tragedia, también puede convertirse en un homicida involuntario y –cuando menos- responsable de la incapacidad transitoria o permanente, propia o de terceros, ajenos a nuestro mal proceder.
La observancia de una conducta responsable, a pie o tras un volante, es el mejor antídoto contra los descalabros viales, que de accidentales solo la denominación, a mi juicio eufemismo desproporcionado, en tanto ninguno es totalmente casual como para que el azar cargue con las culpas que tocan a los excesos, la insensatez y el irrespeto por la vida propia y ajena.
El verano ha empezado a señorear con su casi inaplazable invitación a hacer un alto en las obligaciones habituales para irnos a los espacios abiertos a desconectar, en busca de un retorno con las pilas cargadas, pero ojo, de nosotros precavido y responsable que sume un todo, mucho depende que no transitemos de la felicidad al horror, en un abrir y cerrar de ojos.
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