En noviembre del 2011, la escritora rumano-alemana Herta Müller, declaró en entrevista concedida a la revista Proceso que no podía comprender la lealtad política de García Márquez a Fidel Castro, aun con las cosas que en Cuba pasaban.

Lo primero que habría que preguntarse es que si la Premio Nobel de Literatura (2009) sabe a ciencia cierta lo qué pasa en Cuba.

Tal vez su “genialidad política” no le deja darse cuenta que la incondicionalidad que nos profesó García Márquez derivaba precisamente de las cosas que el también Premio Nobel de Literatura vio y tocó en Cuba, con las manos.

Quizás tampoco sepa que en una ocasión el Gabo le ofreció a Rodrigo, el mayor de sus dos hijos, un dólar por cada una de las fotos que pudiera hacerle a niños cubanos sin zapatos.

Para dicha del más ilustre de los hijos de Aracataca –y de los padres cubanos y sus descendientes- su muchacho no pudo ganarle ni un penique.

Sabrá Herta Müller que en Cuba no hay analfabetos ni mendicidad y… Mejor que venga y nos visite porque hablarle de las realizaciones de la Isla tomaría demasiado espacio. Y sabrá que todos esos privilegios los cubanos lo agradecen a Fidel, a quien le somos tan fieles como le fue García Márquez.

Sabrá que muy a su pesar, todavía Fidel desanda con su paso verdeolivo, largo y firme, fruncido el ceño, una veces, y otras sonriente porque en millones de cubano habita un Fidel, propio, hecho a la medida y el recuerdo de cada quien, pero en todos vivo y respetado.