Hace unos días conversaba con un gran amigo y maestro. Escuchaba su preocupación frente al bajo rendimiento escolar de sus alumnos y exponía factores que versaban desde las influencias que reciben los educandos en el entorno social, la fuerte competencia de los medios audiovisuales que condicionan el enajenamiento prácticamente inevitable sobre los adolescentes por el fuerte impacto de la carga seudocultural de producciones foráneas -contenidas en el llamado paquete-, el uso desproporcionado (en clases) de los soportes de comunicación digital: tabletas, celulares, etc y, sobre todo, el desconocimiento de las familias ante los problemas generados por la falta del seguimiento al desempeño académico de sus hijos.
Me decía que en su pronóstico auguraba una gran cantidad de suspensos. Así fue. En su propósito de educar, convergen las enseñanzas de Antón Semionovich Makarenko, el gran pedagogo ruso, y tomo como referente un filme antológico de la cinematografía soviética: "El primer maestro": una película dramática de 1965 dirigida por Andréi Konchalovski (su primer largometraje de más de cien minutos), basado en la novela epónima de Chinguiz Aitmátov.
Exponía Makarenko que “la educación de los niños es la esfera trascendental de nuestra vida. Ellos son los futuros ciudadanos del país y del mundo. Son los llamados a hacer la historia, son los padres y madres del mañana que también tendrán que educar a sus hijos”.
Tal sentencia académica habla de la responsabilidad de la familia en la educación de los hijos. La propia anécdota, posterior al examen realizado por mi amigo maestro, explica su respuesta a los padres de una niña que sacó 65 puntos. “No despega los ojos del teléfono”, aseguró. La niña, bajó la mirada. Una respuesta triste.
Mi amigo maestro, tiene dos hijos graduados de nivel superior. Tanto él como su finada esposa, contribuyeron a la educación de la escuela; incluso –hago este paréntesis- sin influencias de ningún tipo que les facilitara información acerca de las posibles respuestas a preguntas en sus respectivas asignaturas; lo cual dice mucho de la ética como principio de la educación, y de la responsabilidad de la familia como ejemplo de referencia obligada.
Pudiera recurrir a una frase de nuestro José Martí, de toda su obra comprometida con la educación; más cito a Paulo Reglus Neves Freire (Paulo Freire) educador y pedagogo portugués quien aseguró: “La educación no cambia al mundo, cambia las personas que van a cambiar el mundo”. Esa es la esencia de la responsabilidad de la familia con los hijos y la escuela.
Otras informaciones:
La dicha de tener un buen maestro es envidiable en estos tiempos, todas las familias no navegamos con la misma suerte, a veces por pequeños errores perdemos maestros comprometidos con su labor, capaces de centrar y estimular a niños (de la generación postpandemia viciados con la tecnología) logrando su reincorporación a la vida escolar, haciéndolos sentirse en familia dentro del aula, trabajar en equipo y preocuparse unos por los problemas de otros. Para lamentablemente después caer en maestras sin motivación ninguna, que quieren cubrir sus necesidades hacia su familia pidiéndole a los padres de los niños, que los manda a escribir en la libreta de clases los medicamentos que necesita y que faltar por problemas personales termina siendo una carga para los estudiantes que atropelladamente deben dar los contenidos de esos turnos en un día, es muy triste esta situación y la decepción de estos niños y sus familias.
Así mismo es. Es una pena que pasen estas cosas. Es muy triste perder una maestra por un error subsanable y por una familia, sin contar con la opinión del resto de las familias y niños del aula y nos pongan maestras con ese tipo de conductas claramente reprochables. Se dan el lujo de perder una buena maestra, que no era perfecta como nadie lo es, pero que se moría por sus niños.