Foto: RSM

En el relato Tal vez soñar, su autor, el estadounidense Ray Bradbury, establece una relación angustiosa entre el lector y la experiencia vivida por su protagonista: un astronauta que sufre la peor de las pesadillas durante su misión en el espacio interestelar. Aquella narración demostraba _a partir de una enorme carga psicológica_ la batalla protagonizada por el ser humano contra los peligros acechantes en su propio interior y donde su único aliado es determinado por la voluntad para luchar, resistir, sobrevivir.

Tuve la posibilidad de realizar trabajos periodísticos en el Hospital William Soler, ubicado en la periferia de la capital y próximo al aeropuerto José Martí, en el municipio Boyeros. Frente al centro hospitalario un cartel resume el amor de la Revolución en los pacientes que allí se encuentran: Nada hay más importante que un niño.

En este lugar, conocí a niños y niñas que libraron la dolorosa batalla contra el cáncer y tuvieron el valor para dejar un ejemplo de amor entre quienes les acompañamos o apoyaron _con todos los recursos disponibles y la preparación médica especializada que dispone Cuba en su propósito de garantizar los medicamentos y la atención imprescindible en estos centros de Salud.

En mi país, estos ejemplos de altruismo y entrega, por cotidianos, no dejan de ser valorados como uno de los mayores méritos de un Estado que vela por la calidad de vida de sus ciudadanos, a pesar del genocida bloqueo impuesto por el gobierno de los Estados Unidos. Sin embargo, los reportes de las agresiones realizadas durante estas más de seis décadas de bloqueo que expresan el genocidio continuado que incluye, 243 medidas adicionales, esa política extraterritorial de Washington contra Cuba.

A pesar de todo, los esfuerzos de miles de especialistas e integrantes del Sistema de Salud cubano, hacen posible la realidad de apostar por la vida. Muy lejos, quedaron las imágenes de la seudorepública (antes de enero de 1959) cuando los niños y niñas, tanto como los ancianos y cualquier ciudadano, sufrían la imposibilidad de obtener la asistencia médica necesaria. Una realidad que debió enfrentar la preparación de miles de médicos frente al éxodo provocado por el gobierno norteamericano y que dejó solo 3 000 galenos en la Mayor de las Antillas.

Ante un llamado del líder histórico de la Revolución cubana, Comandante en Jefe, Fidel, se multiplicaría la cantidad de médicos formados, en Cuba, y posibilitaría el apoyo solidario a otras naciones del mundo. El jueves 23 de mayo de 1963 partió de Cuba la Primera Misión Médica Cubana de Ayuda Internacionalista, que laboró durante 13 meses en la República Democrática y Popular de Argelia, dando inicio a una de las más bellas páginas en la historia de la Revolución Cubana en el campo de la salud pública y la solidaridad con otros pueblos.

Durante todos estos años la colaboración médica cubana se multiplicaría sobre la base de un precepto martiano: "... El mejor modo de hacerse servir, es hacerse respetar. Cuba no anda de pedigüeña por el mundo: anda de hermana, y obra con autoridad de tal. Al salvarse, salva. Nuestra América no le fallará, porque ella no falla a América”. Cuando triunfó la Revolución cubana, en enero de 1959, alcanzar los resultados que exhibe actualmente mi país, a pesar del genocida bloqueo, parecía un sueño.

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Viaje al centro de la memoria