Foto: Tomada del perfil en Facebook de David Samuells

Debo confesar que no podía entender el altruismo de una colega, columnista de esta página de opinión, en cuanto a su disposición a donar, sin reticencias, medicamentos recibidos de otras manos solidarias e incluso material de uso clínico acumulado: guantes y bolsas colectoras (por ejemplo) luego de sendos procesos que atravesó durante la enfermedad de seres queridos.

“Otros lo necesitan más”, dice resuelta cuando le dije que conservara algo para ella, por si acaso. “Ya veré si me toca… alguien hará lo mismo que yo”. Tal demostración de solidaridad tiene un punto de referencia para el cual se necesita mucho valor personal cuando hace más de ocho años le diagnosticaron un cáncer.

Por supuesto, su altruismo no es derivado de aquel momento en el cual recibió de golpe el anuncio de la probabilidad de concluir la vida con una fecha determinada. Antes, sus familiares sembraron ese código de cuando compartía con los hijos de haitianos la mirada de la inocencia y no podía entender por qué eran tan pobres aquellos de piel más oscura que vivían en los alrededores del batey, en su natal Cueto.

Hace unos días escuché a dos mujeres en un diálogo similar, durante una visita de trabajo al Instituto de Oncología y Radiobiología de La Habana. Ambas compartían, convencidas su disposición a donar aquellos medicamentos que no requerían para sus respectivos tratamientos.

Sentí orgullo. Mientras, recordaba que al doblar de la esquina, el parqueador estatal –frente al Hospital Comandante Manuel Fajardo- me interpeló ante mi detención momentánea en un área alejada de su custodia (casi en la esquina del Oncológico), mientras llamaba por el celular.

“Desde que te vi llegar, miré tu carita y sabía que no bajarías (del vehículo) para no pagar... Todo este espacio es mío. Toda la zona que comprende el Hospital Fajardo, me pertenece. Así que no puedes parquear, aunque estés dentro del carro. Aquí todos me tienen que pagar”. Así lo afirmó, rotundamente.

El nuevo “propietario”, quien debe responder a la empresa de servicios estatales, aseguró que paga sus impuestos y, aunque no entrega un comprobante de servicios, calculo que sus ingresos diarios superen los ingresos de cualquier médico, cirujano, enfermero de ese hospital e incluso cualquier periodista.