Foto: Prensa Latina

Si algo estresa y molesta a los cubanos, más allá filias y fobias, son los apagones. Lo mismo da esta o aquella época del año o momento del día, acaban por ponerle los pelos de punta a cualquiera, pero si hablamos del verano y la noche, sobre todo cuando –como ahora- las altas temperaturas imponen un récord tras otros, el sopor y los mosquitos se erigen barreras al sueño placentero, y la conjunción de tales adversidades deja poca o ninguna opción para pasarla lo mejor posible a la espera del restablecimiento del servicio, entonces nadie, entre los sufrientes, escapa de la incomodidad, y vemos más de uno rezongar molesto y hasta emprenderla contra terceros, sin saber que aquí (en la capital) y ahora, la culpa es más propia que ajena.

Capital de la Isla, polo turístico e industrial, por excelencia, sede de las principales y mayores instituciones de salud-, La Habana no entra en la planificación de cortes eléctricos a causa de déficits de generación.

Pese a ello, la ciudad, ahora mismo, no escapa de las interrupciones, lo cual podría hacer poner en dudas lo dicho, por parte de quienes no saben que el mayor porcentaje de las afectaciones, en estos momentos, se da en los circuitos primarios, y responde a disparos, fallas, recalentamientos y quemas del transformador o los transformadores, que soportan estos circuitos, y se ven obligados a superar sus capacidades, a cuenta del sobreconsumo de los clientes asociados.

Cuando esto sucede surge un gran dilema: ¿cómo garantizar la sustitución, en el menor tiempo posible?
Enumeremos algunos elementos a tomar en cuenta: En ocasiones en la capital se dañan hasta 28 de esos convertidores en una jornada. Solo el 10% de los que salen de servicio reúnen las condiciones para ser reparados. Para sacar adelántela actividad, la Isla cuenta con tres instalaciones, con capacidad para rescatar solo cuatro o cinco por día. La única productora tiene por sede la capital, y no rebasa las 100 unidades por mes.

Frente a tales realidades habrá que apostarlo todo al ahorro, visto como un elemento de la vida cotidiana a nuestro alcance. Se trata de asumir que el ahorro comienza en uno, y para que sea efectivo debemos trabajar por sumar a todo el que podamos, empezando por los miembros de la familia.

Se podrá argumentar que es poco apagar el bombillo del patio o el balcón de la casa, cuando no hay nadie en estos lugares, y que también lo es desconectar el ventilador encendido de forma innecesaria o el televisor que nadie mira y hace la función de radio; se podrá esgrimir asimismo que las sumas de las individuales hacen el mucho, como grande al amor la sedimentación de los pequeños detalles.

Eso, el interruptor en off como gesto de amor, que ha de ser cotidiano, de nosotros para con nosotros y también los demás desde el seno de la familia y el vecindario hasta el resto de los compatriotas.

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