
Si a los cubanos les concedieran la gracia de suprimir una de las tantas penurias que hoy ensombrecen su día a día, no haría falta ser adivino para saber que optarían por eliminar –probablemente por unanimidad- los tormentosos y frecuentes apagones.
Sin embargo, el asunto no es tan sencillo. No puede ser. No basta con los deseos y la buena voluntad, que no ha faltado, a decir verdad. Es menester trabajar duro, y de eso hay pruebas suficientes. También se necesitan muchos recursos, con los cuales no ha habido escatimo, y límite lo han puesto las disponibilidades, insuficientes, por cierto. Las soluciones -las urgentes y las definitivas- exigen compras e inversiones, costosas, para lo cual escasea el dinero y se interpone el cerco tendido por el bloqueo.
Pero una muy alentadora noticia acaba de anunciar las autoridades del sector, en medio de la tensa situación: Precisamente a cuenta de nuevas inversiones, el sistema electroenergético nacional, proyecta recuperar 400 MW de potencia e incorporar otros 500, antes de finalizar el año.
Cuatro meses para llegar a la generación de esos casi mil megawatts salvadores, en términos de la magnitud de los trabajos que ello implica y su alcance, poco tiempo, en realidad; pero, en cambio, mucha espera para quienes sufrimos las privaciones de los beneficios asociados al servicio.
Ahora bien, se sabe, los apagones son la consecuencia inevitable del déficit en la generación frente a la demanda. En lo concerniente a lo primero, no podemos hacer nada, de manera inmediata, eso sin contar que además es necesario capacidades de producción y combustible; pero en lo tocante al consumo, por insignificante que pueda resultar y parecer, es algo y sin no los proponemos siempre podremos hacer algo más, a favor de su disminución.
Sí, apagar un bombillo, el televisor, la radio o cualquier electrodoméstico, encendido innecesariamente; e incluso, tomar medidas para acabar de desterrar el encendido a deshora de las luminarias públicas, a veces durante varias jornadas consecutiva, eso para librar de responsabilidad a quienes les toca liderar esta cruzada.
La situación electroenergética del país transita por un momento particularmente complejo, y justo es reconocer que en las entidades estatales han puesto la sensibilidad por delante y llevan a punta de lápiz el consumo diario, en el empeño de evitar los sobregiros, pero lamentablemente no sucede lo mismo en el caso del sector residencial y los negocios particulares; aunque son unos cuantos, en honor a la verdad, no todo el mundo se comporta de manera indolente.
De los paganos, ya ni siquiera escapa La Habana, en su condición de capital, pero sí todavía, por esa condición y su peso económico, goza de ciertos privilegios, que obligan a sus habitantes a retribuir el gesto con el máximo ahorro, en el centro de trabajo y en el hogar.
En tanto, los niveles de consumo de los hogares, en La Habana es bastante elevado, y es también aquí donde se ven las prácticas menos solidarias, estamos obligados librar con mayor fuerza el combate por el ahorro, puertas adentro, en un forcejeo, en el cual a todos los miembros de la familia les toca un rol fiscalizador, permanente e ineludible, incluso de uno para con uno mismo.
No justifique sus excesos con el probable despilfarro de otros y haga su parte, con la certeza de que aunque pueda parecer despreciable, es bastante, al tiempo que estará contribuyendo con personal y familiar, la del vecino, y también la nación.
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