Foto: Joyme Cuan

Hace ahora 65 años. Se hizo a la mar a las dos de la madrugada del domingo 25 de noviembre. Un yate pequeño, de unos escasos 63 pies de eslora y 15 de manga. Apenas un punto, en medio de aguas tormentosas. Transcurrido seis décadas y media, aun navega, todavía con viento huracanado en contra y marea alta, sin el beneficio del ofrecimiento de una tregua que tampoco mendiga su tripulación, que no se da el lujo de pérdidas de tiempo en inútiles lamentaciones ni hace paradas, ni siquiera para tomar impulso.

Foto: Tomada de Trabajadores

La pequeña embarcación ahora es nación. Granma, su entonces anónimo nombre, se multiplicó en escuelas, instituciones de salud, centros deportivos, en el más importante diario entre los que circulan en la Isla, y la provincia por donde desembarcaran sus 82 expedicionarios, el 2 de diciembre, fecha que nos marca el Día de nuestras gloriosas e invictas Fuerzas Armadas Revolucionarias, nacidas de los guerrilleros nucleados en torno a los 12 hombres que quedaron luego del azaroso desembarco.

Pese a las adversidades, contra todo pronóstico, hicieron la revolución, auténtica y limpia, santificada por el pueblo que la ha sostenido.

Y se hicieron realidad los sueños de justicia e igualdad, la felicidad a lo grande, la felicidad-país, que es, existe, porque aunque –más que menos- escasee el pan y mucho nos cueste todas aquellas otras cosas que se compran con dinero, ha sobrado lo que de verdad cuenta para la existencia decorosa, que no puede comprarse en el mercado, pero tiene valor incalculable.

Aquella generación de grandes hombres –Fiel, Raúl, Almeida, quien plantara bandera en nombre de su pueblo en Alegría de Pío, con su “Aquí no se rinde nadie”; también mi abuelo, el de aquel, el tuyo- parió otra también de hombres grandes, y otra y otra, de hombres que nos hemos mantenido fieles al legado de los fundadores y –parafraseo a Enrique Ubieta- nos subimos a ese otro yate que se llama Cuba, a navegar, sin importarnos que sea una travesía a contracorriente.

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