Foto: Reno Massola

Desde el viernes 11 de junio en las calles de La Habana se respira un ambiente diferente. Por doquier se pueden ver personas corriendo o caminando a paso acelerado, sin temor a ser requeridos por estar realizando dicha actividad física en la vía pública.

Tal proceder se debe a que a partir de ese día en la ciudad está permitido que corredores y caminantes realicen tales prácticas en la calle, hecho que ha sido acogido con beneplácito por la comunidad de andarines que viven en la capital. Ello, además de ser una manera de mantenerse en forma, también constituye para muchos un medio idóneo para desesterarse de tantos meses de lucha contra la COVID-19.

Claro que ello implica una mayor responsabilidad para corredores y caminantes, quienes, en primer lugar, deberán realizar todo el calentamiento en sus hogares. Como es lógico, se mantiene la prohibición de actividades físicas en grupo, por lo que cada practicante habrá de mantener una distancia prudencial de otros al tiempo que cumpla con el resto de las medidas dictadas para esta etapa, como son el uso del nasobuco, el empleo individual de pomos de agua, además de redoblar las medidas de prevención cuando regrese a la casa.

El hecho de que en La Habana se pueda salir a correr o caminar sin temor a ser requeridos implica una alta cuota de confianza de las autoridades de la capital en los correcaminos que aquí viven. Toca ahora, a quienes gustan de salir a “estirar las piernas” para espantar el cansancio del día, cumplir con lo establecido. Solo así los andarines podrán seguir practicando actividad física y evitar, al mismo tiempo, contagiarse, o contagiar a otros, con la COVID-19.

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