Foto: Elías Argudín Sánchez

Cuando el doctor Luis Tamayo Olivé tuvo la desafortunada experiencia de conocer, de primera mano, al SARS-CoV-2 –el virus ya metido dentro de su cuerpo-, a pesar de la fama abultada y triste que el germen ha logrado hacerse, no tuvo dudas que, en la batalla a librar entre ambos, sería él quien saldría victorioso.

Y en ello no primó el análisis del experimentado especialista, sino -según confesara- la certeza del Luis Tamayo hombre común, a partir de sus experiencias de vida. 

“En mi 61 años, solo sentí que iba a morirme las dos veces que enfermé de paludismo, justo al cumplir el segundo año de la misión internacionalista en Angola. Hubo que remitirme para una terapia intensiva, con 20 000 de plaquetas y 1000 de leucocitos. Era sueros van y sueros vienen, y pinchazos y más pinchazos. Me puse tan mal, al punto que llegué a decir ahora sí que no regreso a Cuba.

“Antes, había cumplido misión en Venezuela, y también me puse grave, grave, cuando me atacó el dengue, un mes antes de finalizar la misión, luego de cinco años y de 10 meses de trabajo en tierras bolivarianas. Entonces también supe que no me había llegado la hora”.

Aunque Tamayo es manzanillero graduado de Medicina en la facultad de Santiago de Cuba hace 32 años, lleva ese mismo tiempo de trabajo con residencia en La Habana, vinculado a una única institución: el Hospital Enrique Cabrera (Nacional), donde, según reconoce, se ha sentido muy a gusto.

“Estaba ingresado al recibir la noticia de que era positivo al PCR. Antes había pasado lo mismo con el test rápido. Tenía un fuerte dolor de garganta, pero me hice la idea de que estaba incubando una gripe. Acudí al hospital, en compañía de mi esposa, solo por precaución. La joven laboratorista y compañera de trabajo me dijo ´profe es casi positivo´, ante lo cual mi compañera se alarmó tremendamente. Yo, en cambio, me sentía calmado, sin susto, y para tranquilizarla le dije: no te preocupes, todo va a salir bien”.

Cuando el doctor Tamayo supo que era paciente COVID, una sola cosa le empezó a quitar el sueño:

“Confiaba en que de esta también iba a escapar, pero me angustiaba pensar que podía haber contagiado a mi esposa e hija. Y eso sí que no me lo iba a perdonar.

“Fueron 13 días en que solo tenía la oportunidad de saludarlas, por un momento, desde la ventana de una de las salas, del tercer piso del hospital Freyre de Andrade, (más conocido como Emergencias), rogando porque ellas no enfermaran también y mucho menos que yo fuera el causante. Por suerte, las cosas no pasaron del susto”.

Qué le dirían el médico y paciente que logró burlar la COVID a sus compatriotas.

No se confíen. Extremen las precauciones, cumplan con los protocolos médicos, sanitarios, preventivos. Está es una enfermedad que no hace distingos. Yo mismo, en tanto soy diabético, asmático e hipertenso, tomaba y tomo todas las precauciones para no contagiarme, pero parece que dejé alguna brecha y acabé por infestarme. Luego les practicaron el PCR a todos mis posibles contactos en la terapia intermedia para pacientes con accidentes cerebrovasculares, un colega, tres enfermeras e igual número de pacientes resultaron positivos. Nosotros no sabemos quién inició la cadena de transmisión. Cuidarse es la palabra de orden”.

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