Recuerdo la lectura de El pequeño héroe, un viejo relato sobre un niño cuya voluntad y perseverancia logró salvar a su pueblo de la ruptura de un dique en Holanda. Esta vez, comparto una enseñanza que demuestra cómo la responsabilidad de un solo individuo permite actuar de forma consciente y consecuente para salvar la vida de miles de personas.

Recibo llamadas telefónicas en las cuales me preguntan sobre la actual situación epidemiológica. Responderlas forma parte de mi responsabilidad en condición de ciudadano y como profesional del periodismo. Considero que es una cuestión condicionada, definitivamente, a entender que los esfuerzos del Gobierno y del Partido, a todos los niveles, son despedazados por quienes se consideran inmunes y por ignorancia se comportan como portadores y vectores de la COVID-19, dentro de la familia, el barrio y la ciudad.

Dos palabras: indisciplina e irresponsabilidad, se repiten en cada parte en medio del peligroso ascenso del estado de meseta durante el mes de medidas más restrictivas frente a un peligroso coronavirus que ha demostrado su alta letalidad; las regulaciones higiénico-sanitarias vigentes son una forma efectiva de proteger la vida (mucho más que la salud) de miles de conciudadanos en La Habana.

Cada día es observable que prácticamente todos hemos transgredido la limitación del espacio físico de un metro y medio. En las colas de establecimientos destinados a la comercialización de productos básicos puede verse la persistencia de los coleros, individuos que –a pesar de la vigilancia establecida– logran encontrar variables para alcanzar su propósito, mientras en el interior de los barrios resulta más evidente lo vulnerable que somos: personas sin nasobuco o solo en función de pañuelos, compartiendo bebidas alcohólicas, sin guardar la distancia requerida.

En los colectivos laborales que deben mantener sus producciones y servicios la situación puede ser más complicada si los directivos y administraciones utilizan el método del avestruz cuando sus responsabilidades se han multiplicado y el objeto social que deben preservar y defender para detener el consiguiente efecto de dominó en la cadena de la economía.

No exagero, un solo eslabón perdido, significa la amenaza a la vida de cientos de personas, la pérdida del tiempo requerido para ejecutar una labor priorizada, cientos de miles de pesos que no se ingresan al presupuesto del país, en medio de un equilibrio financiero condicionado por los resortes de la crisis internacional.

Si queremos formar parte de un análisis consecuente en relación con las preguntas de los lectores, debiéramos tener en cuenta la fórmula necesaria: actuar de manera responsable y disciplinada. El camino de retorno a la nueva normalidad, depende de todos.