Foto: Raúl San Miguel

Nadie le pidió a Jonathan González Paneque, convertirse en el corneta que a las nueve de la noche, quiebra el aire nocturno con el sonido de su instrumento y todos sus vecinos, como en la caballería mambisa, le siguen en el homenaje sostenido al personal de salud, fundamentalmente, con sus aplausos de retribución a quienes luchan contra la COVID-19.

Tiene 8 años y estudia en el 5to. Grado de la escuela primaria Ejército Rebelde, ubicada en el municipio de Plaza de la Revolución. Asegura que la inspiración surgió a partir de conocer los esfuerzos de los médicos de todo el mundo, “no solo los cubanos, hacen cada día para evitar la muerte de personas por esa enfermedad. Quise acompañar a los de mi barrio con esa corneta”, argumenta y con ese giro propio de la inocencia acompañada por la razón ratifica:

Foto: Raúl San Miguel

“Sí me demoro con la hora, porque me ha sucedido, entonces me gritan desde cualquier balcón: ¡Estás atrasado ¡pero si hago sonar antes mi corneta, entonces, se ríen y gritan: ¡Estás adelantado¡ Es que antes miraba por el teléfono de mi mamá, la hora; pero me di cuenta que se puede atrasar o adelantar. Decidí tocar justo a la hora del cañonazo”.

Nancy Paneque, la madre, sostiene con orgullo entre sus manos, las de su hijo. En sus ojos el amor sube a pleamar y la voz parece vibrar, con un sonido diferente, como si en cada palabra sostuviera la consistencia del fruto más hermoso: “Lo que más admiro es su inteligencia y su amor. Si decide estudiar medicina, estoy convencida de que logrará su propósito porque tiene un corazón enorme. Para la familia, lo importante es saber que, este niño, en medio de la pandemia, nos ofrece, nos comparte su aliento para vivir”.