
Fecunda, generosa, aquella que se desprendió –bajo la razón de los ideales– del egoísmo maternal y alentó a sus hijos en la lucha contra la colonia española, Mariana Grajales, vuelve a nacer este 12 de julio, como en 1815 en su Santiago de Cuba y parecieran retoñar las plantas alguna vez mustias y escucharse el canto sostenido, pero sin estrépito del tocororo en la espesura del monte. Un olor a fruta madura, fértil y dadivosa, inunda los aires.
Su nombre, tantas veces repetido con orgullo por los comprometidos con la libertad, es hoy sinónimo de cosas casi imposibles de nombrar y a la distancia de 205 años su nacimiento es otra vez suceso, se estremecen los injustos porque saben de la fuerza imbatible de una madre.
En la severidad de su rostro se atisban los surcos de la lucha y el amor por los cuales debieron correr, cual Cauto embravecido, las lágrimas por la pérdida de sus afectos, aquellas que quizás nadie vio, pues supo enjugarlas a tiempo para cortarle el paso al miedo y poder decir con esa voz que no conocemos pero imaginamos profunda como la de los mares: “¡Empínate y anda!”
Por eso es Madre de esta Patria irredenta y por decisión de los millones de hijos que en su figura de mestiza pobre, pero ideológicamente brillante para su tiempo, encuentran un faro para sus vidas. Descansa en Santa Ifigenia, vive. Habita en cada casa donde una madre exige a sus retoños ser mejores cada día y entregarlo todo por el bien común de esta casa que se llama Cuba.
Fantástica tu narrativa para contar lo que nos quieres contar!
Nani Salas, gracias por esas palabras, son realmente las que todo aquel dedicado a narrar desería recibir.
MUY SERIO, Y ACTUAL ,LA FELICITO POR ESTE MENSAJE TAN NECESARIO EN ESTOS TIEMPOS QUE VIVIMOS LOS CUBANO.