Bañada de mar, pudiera parecer ante ojos ajenos una dama aletargada que solo contempla el vaivén de las olas y se deja acariciar los cabellos por la brisa salada. Cualquiera que llegase a sus puertas por vez primera, a pesar de caer rendido ante sus encantos, estaría lejos de comprender todos sus misterios.
Ella, La Habana, la nuestra, se abre como una flor de mil pétalos para descubrirnos que cada uno de ellos es distinto al resto y, a la vez, parte de la misma esencia de insumisa gallardía. Lo merece todo y por ella... lo más grande.
Los que habitamos bajo su inmensa techumbre de pasados coloniales bien sabemos con cuánto amor se nos ha mostrado la madre siempre buena que despide a sus hijos para luego recibirlos con la misma emoción. Sabemos de sus cambios, torbellinos, sus intensas horas de trabajo, del sacrificio que destilan sus venas y luego se precipita avenidas abajo hasta llegar a la otra casa azul que nos rodea.
Quienes nacimos en su seno o aprendimos a llamarla "casa" comprendemos sus días grises y los amamos también, pues conocemos su risa, la vibrante y potentísima alegría con la cual mueve su cuerpo y electrifica nuestras almas.
Un año termina y ella mira hacia detrás, revisa tranquila cada uno de sus pasos, sopesa las decisiones tomadas y sus repercusiones, lamenta no haber podido hacer más, pero celebra -orgullosa, radiante, optimista siempre- los logros alcanzados.
Reverencia conmovida la memoria de sus mártires y se regocija en cada hogar de ancianos, en cada sala hospitalaria remodelada, se escurre en el tintinear de aquel nuevo racimo de llaves que hoy abre las puertas de una recién estrenada vivienda, se desliza en los salones de baile, degusta su propio sabor...
Retoma la vista al frente. Mira al cielo y, de su columna de raíces y caracoles, despliega dos hermosas alas. Emprende el vuelo hacia un nuevo año que, cargado de retos y desafíos, nos necesita a todos para cabalgarlo. Planea sobre nosotros y, si en su vuelo advertimos destellos, como en el poema de Dulce María Loynaz, esa luz, es su sombra.







Qué lindo Claudia!!!!!!!!!!!!!!! precioso este comentario!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Ay!! cómo inspira esta Habana nuestra. Besis y felicidades.
Esta Habana, mi Habana, pues soy hija de padres del Vedado, es la que quisiera que fuera su imagen siempre.