Al ritual se suma el que quiere: Clarita con el nieto y las amigas de la hija; Ariel con todo el familión, multiplicado con la nieta; gente que se conoce y quién no y tal vez solo se ha visto de balcón a balcón...

Por ahí, por las redes sociales, donde tanto se dice, andan ofendiendo dicen que quienes aplauden son carneros, a lo que algunos responden: “si aplaudir por nuestros médicos es ser carnero, ponme en la lista”.

Cuando se aplaude, no solo se rinde homenaje al personal médico y de enfermería, laboratoristas, pantristas, ambulancieros, técnicos de rayos X, asistentes o auxiliares de limpieza, que están atendiendo, muy cerca del riesgo, a enfermos, sospechosos y pacientes. No, va mucho más allá.

El aplauso va para las familias, que por semanas no ven a sus seres queridos del sector de la Salud y también hacia quienes los formaron como profesionales de la Medicina y junto a sus conocimientos defienden el juramento hipocrático y hasta a abuelas y abuelos que desde hace días no pueden salir de casa. Y también para niñas, niños, adolescentes y jóvenes, que hacen caso y resisten el aislamiento.

Va para quienes en los consultorios –ya sean graduados o estudiantes–, están a cargo de las pesquisas o en los centros de aislamiento y también a los que desde diferentes sectores de la sociedad aseguran los recursos de la alimentación, garantizan la movilidad de quienes deben salir a trabajar cada día, la información a la sociedad, las comunicaciones, el agua –pese a la sequía–, recogen la basura o cuecen el pan. 

Foto: Juventud Rebelde

El aplauso es también para los que laten con las noticias o las hacen, se levantan cada mañana desafiando las carencias, callan ansiedades y no se rinden.