Tomo prestado como base de este comentario parte del título de un libro: Los que luchan y los que lloran (El Fidel Castro que yo conocí), del periodista y guerrillero Jorge Ricardo Massetti, para referirme a uno de los hechos contextuales que ocupan espacios en medios informativos de Cuba y de Italia con la presencia de una brigada médica del Contingente Henry Reeve, en la región de Lombardía: epicentro del Covid-19, en esa nación.

Mucho antes que la enfermedad entrara a nuestro país, amigos italianos y compatriotas residentes en aquel país, me informaban diariamente de la grave situación epidemiológica que hizo colapsar el sistema de salud y puso al descubierto las grandes vulnerabilidades (provocadas por las políticas neoliberales) de un estado reconocido entre los más desarrollados de Europa.

En sus mensajes percibí el temprano SOS, a través del cual preguntaban si Cuba enviaría sus médicos. No podía responder, pero como cubano, estaba seguro de que la solicitud enviada no sería descartada, aun cuando nuestro propio país –bajo un extremo bloqueo impuesto y sostenido por los Estados Unidos-, debía aplicar medidas de contención urgentes, frente a la enfermedad.

Advertían la imprescindible necesidad de seguir las orientaciones de distanciamiento social y exponían ejemplos de cómo el no respetar estas regulaciones médicas se convirtió en un catalizador del coronavirus y, en consecuencia, la concurrencia masiva a lugares públicos deja una larga estela de luto, representada en largas filas de camiones del ejército para incinerar los cuerpos de los fallecidos.

Tales ejemplos, demuestran que solo el seguimiento estricto de las medidas orientadas por las autoridades de Salud Pública y el Estado cubano, a nuestro pueblo pueden ser efectivas en esta lucha que es de todos y en la cual debemos asumir una responsabilidad individual y compartida.

El orgullo de saber a nuestros médicos en otras latitudes, haciendo presente las ideas de Patria de Martí y Fidel, nos comprometen a sostener la retaguardia de aquellos que se sacrifican porque defienden valores que van más allá de las fronteras hasta calar en lo profundamente solidarios y humanos que como nación nos identifican.