Detrás del buró la mujer escucha atenta. Sabe que el tiempo se escurre en cada segundo vivido y su interlocutor ha destinado una parte importante de esa jornada para recibir la información de un servicio imprescindible en su vida. Admiro en esta mujer llamada Niurka, la manera en que sostiene la atención de cada cliente y logra, con su experiencia y profesionalidad, que todos (sin excepción) recibamos el gozo de no habernos perdido en una gestión infructuosa y llevar como recuerdo un regalo sin fecha de caducidad.

Lo anterior transcurre en la oficina de servicios de gas licuado a la población del municipio de Plaza de la Revolución.

Prefiero hablar de los ejemplos positivos para que sirvan de referente a otros donde no se observan estás prácticas relacionadas con valores apre(h)endidos desde la cuna. Recordar que, en nuestra jornada laboral, sea cual fuere la responsabilidad asumida, nos convertimos en el rostro tangible de la empresa de producción o servicios, pero sobre todo la posibilidad de encontrar y compartir valores de solidaridad, respeto e identidad.

Por suerte, ejemplos similares pueden comprobarse en lugares como el Complejo Recreativo La Polar, en los bordes del Gran Parque Metropolitano, donde –incluso- hasta el río ha cambiado para bien de color, gracias al saneamiento de nuestro Almendares, que me hace feliz y comienza a tener sentido la expresión de Lezama Lima al afamado pintor Mariano Rodríguez (famoso por sus Gallos): “Dichoso tú, Mariano, que has visto los grandes ríos: el Ganges, el Nilo y el Almendares”. Eso sucede cuando podemos descubrir y compartir estas virtudes de quienes se proponen sine qua non, en La Habana, “hacer esa batalla como un empeño personal y moral, porque en ella va en gran medida, nuestra propia dignidad como país y como nación”, retomo las palabras de nuestro querido Doctor Leal.