El rostro amable en la recepcionista de la óptica de 23 y 12 resulta convincente al subrayar que el servicio de soldadura de espejuelos no se podrá continuar mientras el equipo esté roto. Seguidamente, orienta hacia dónde se pueden dirigir los clientes: “En la óptica ubicada en 41 y 32, le atenderán”. Sin otro remedio le devuelvo la sonrisa. El lugar de referencia está un poco más lejos, pero solo basta analizar el resto de la información para tener en cuenta que el lugar indicado parece ser uno de los pocos que continúa ese servicio.

Por supuesto, existen otras opciones en las armaduras que se exhiben a un precio aceptable, aunque no siempre concuerdan con el tipo de cristales, por eso la necesidad de “soldar” y continuar hasta que los anteojos “suelten la pata”. No obstante, el saborcillo de amargura siempre queda en las cosas no resueltas, de ahí viene la cuestión del por qué no reparan el equipo y, nuevamente, la autosicoterapia viene al rescate del buen humor: “Estamos a fin de año, tal vez el próximo…”.
Y la sonrisa se apodera, definitivamente, de mi estado de ánimo al recordar la expresión de un coterráneo: “El año que viene tendré mejor vista. ¡20 x 20! No puedo asegurar, si el pronóstico conforma el choteo criollo o establece una cabalística sentencia con los números que definen el 2020, aunque al menos pude llevarme sin costo alguno, la buena atención que comienza a reinar en las unidades destinadas para este servicio en La Habana.