Caminaba de vuelta a casa y me interpeló una trabajadora por cuenta propia (dijo su nombre: Caridad), en pleno barrio de los Sitios, en Centro Habana. Después de felicitarme y augurar un buen año, también me dio un abrazo. Entonces aseveró: “Siga como va periodista. Usted siempre dice la verdad, por eso busco su columna”. Esta vez, el efecto fue más profundo, al presentarme a un primo que vive en la vecina provincia (de) Matanzas y siempre busca nuestro periódico para compartir su lectura entre amigos y en el hogar.
Sé que muchos colegas pueden hacer miles de anécdotas de sus encuentros cotidianos, por eso trabajamos durante todo el año, incluso los feriados, aunque a veces escuchamos criterios que son impublicables salvo la ocasión, como el de esta tarde al escuchar una conversación –de pasada– entre dos mujeres. Una decía a la otra: “Y después que llega con tremenda borrachera a la casa, él se cree que le voy a hacer una sopita…, no mi´ja no, ¡lo que le debería preparar es trinina!”, mientras otro transeúnte interfirió criollísimo: ¡“Señora le deseo para el nuevo año, buena vista. ¡Es 20 x 20!”.

Y de estas cosas está llena la vida, de curiosidades, de amores que salvan y que matan, de omisiones imperdonables y de periodistas que, por nuestro trabajo, la mayoría de las veces, no somos más que un rostro en la multitud.