Muchas de las fábulas, patakíes y relatos de transcendencia literaria universal ilustran el comportamiento de las personas cuando se trate de alcanzar objetivos que repercutan en los deseos de realización personal. De ahí que la preparación para subir un escaño en los sueños de cada quien exige de una volun-tad a prueba de obstáculos (lógicos en la vida) y el sacrificio como la cuota de limitaciones, digamos fiestas o distracciones, que roban el tiempo de aprendizaje, imprescindible para cuando se presenta la oportunidad esperada.

O sea, ser oportuno es aprovechar la ocasión de cumplir una o determinada meta en una vía que puede resultar extremadamente larga o sorprendentemente corta. Por supuesto, el resultado no solo beneficiará nuestro esfuerzo personal, sino que será también la retribución a quienes confiaron en las potencialidades desarrolladas en función de cumplir un servicio de interés social.

Los oportunistas buscan formas expeditas de alcanzar sus objetivos, casi siempre apoyados en la justificación de los medios para lograr un fin; mientras prescinden del sacrificio personal e irrespetan el trabajo colectivo. Calculan y se mantienen al ace-cho de las vulnerabilidades –lamentablemente dejadas por otros- y acceden por el camino corto, camuflados en cualquier rostro ensayado una y otra vez frente a un espejo.

Quisiera terminar este comentario desde la “pirámide invertida”, del asunto tratado, con una sentencia del profesor Manuel Calviño: “Debemos reforzar las conductas positivas, estimularlas”, y entender que “estamos viviendo una situación que compartimos todos. Tenemos que entender que no hay de otra, que trabajar de conjunto, aunque haya personas en camarotes distintos, todos estamos en el mismo barco”. Es por eso que le propongo sacar sus propias conclusiones, mirándose por dentro. ¡Vale la pena!