El olor de las bebidas trasciende en la calurosa noche de festejos y se mezcla con el salitre en el centro recreativo Camilo Cienfuegos, del Vedado, donde el Grupo Palmares ha logrado amenizar sus espectáculos con propuestas de artistas contratados hasta bien entrada la madrugada. En medio de la alegría no es “perceptible” (entre penumbras) la especie de foso en la cual se ha convertido una de las piscinas de este lugar donde charcas de agua concentrada resultan el espacio idóneo para el ciclo de reproducción de los mosquitos.
Días atrás, en el hermoso parque John Lennon, restaurado y con bancos alegóricos al aniversario 500 de la ciudad, conversé con la madre de dos niños que optaron por la natación como deporte, en la escuela, y no pasaron de los ejercicios en seco o fuera del agua, hasta que -resignados- decidieron no esperar por la clorificación de la alberca, precisamente, en el Camilo Cienfuegos.
Por supuesto, consideré que la gestión del producto (Cl) debía ser una preocupante en la agenda de los directivos de esta institución recreativa-deportiva e, incluso, no tenía la dimensión real del asunto que va más allá de verter y mantener este control (líquido) desinfectante, sino del mantenimiento a toda la estructura de la poceta, en progresivo deterioro.
A veces, pienso que se trata de un Déjà vu cuando observamos situaciones lamentables en forma repetitiva y no actuamos en consecuencia para evitar daños no solo físicos en estos espacios dispuestos en función de la recreación y la cultura en la cual sitúo al deporte como determinante, especialmente como referencia en la formación de los niños y práctica necesaria durante toda la vida. En cuanto a la natación, el lugar –a escasos metros del litoral habanero nos obliga a reflexionar si nadar en seco, es el camino para encontrar campeones.