Cursaba el segundo grado cuando el profesor de Educación Física solía decir ante cada clase: “Recuerden, las niñas son florecitas”. Por tanto, no se valía jugar duro con las hembras, quienes en su mayoría buscaban la sombra para improvisar dormitorios o cocinas con trozos de ramas, mientras los varones se dejaban las rodillas sobre el asfalto del patio.

Quien no podía resistirse ante tal desborde de energía, clasificaba como la marimacha del aula. Las bien portadas eran las flores de aquel jardín y el buen profe las miraba complacido, pensando quizás que así contribuía a la formación de las buenas mujeres de mañana.
El tiempo pasó; con antiguas o nuevas amigas intento trazar un mapa de elementos conectores y entre tantas diferentes estaturas, tallas de busto, cabellos largos o cortos, naturales o teñidos, ojos rasgados o con forma de almendra, uñas postizas o cortas, pintadas o no, hay algo que nos une por encima de todo: somos cubanas y, para suerte de muchas, federadas.
Desde el 23 de agosto de 1960, la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) agrupa a las de esta Isla y con ellas trabaja para revalorizar su papel en la sociedad cuando las impulsa a salir del enclaustro doméstico (tradicionalmente impuesto) para ir al encuentro de laboratorios, centros de investigación, salones de conferencia, debates parlamentarios y ministerios.
Durante estos 59 años, la organización ha sido testigo de los cambios más radicales en Cuba y ha estado ahí, firme, reinventándose, encontrando maneras cada vez más efectivas de acercarse a cada espacio donde una mujer es parte para ofrecer orientación y acompañamiento.
Tras el legado de Vilma Espín, las federadas de hoy se mantienen fieles a la memoria histórica, de frente a un escenario social en transformación y por ende, ante el impostergable de ser cada vez más inclusiva, con espacio garantizado para todas aquellas que por una razón u otra, parezcan no encajar.
Ya no es posible, ni lo será jamás, utilizar un solo color para dibujar el rostro de la mujer cubana. Demasiadas raíces entrelazándose bajo el suelo de las apariencias. Allá abajo donde no se ve, late lo africano que ya respira libre y sin complejos a través de las orgullosas por “llevarlo rizo” y también la herencia judía de la que tan poco se habla, y las tantas mujeres que enamoradas de cubanos, dejaron Ucrania, Polonia, Alemania, Checoslovaquia o Rumania para echar pie en la tierra del eterno verano.
Cada una es portadora hoy de creencias y tradiciones múltiples y para ellas, de forma armónica es y debe ser la FMC; así mismo para amas de casas o cuidadoras quienes renunciaron a su realización en la esfera pública para encargarse de un ser querido, ahora desvalido.
O para las emprendedoras, esas valientes que desatendieron comentarios pesimistas minados de superioridad, que auguraban un “no podrás sola”, adornados con “tú estás loca” y también para las que con sus propias manos ayudan a la tierra a traer sus frutos a la vida y no les importa mucho si las uñas se les estropean; se quitan el sudor de la frente con el dorso de la mano y luego se beben el último café de la jornada con sus trabajadores.
Existe, y es una garantía saberlo, esa FMC lista para recibir a las homosexuales, las transexuales, las que no quieren ser madres, las musulmanas, o de cualquier otra denominación religiosa. Sin ellas, este paisaje no sería igual. Mucho de entendimiento y amor universal había en la obra y el pensamiento de las gigantes Vilma, Celia o Melba como para desatenderlos.
Ellas sí que jugaron duro, ¡con armas de verdad! Y como si fuera poco, les alcanzó la vida un tiempo más para tras dejar la Sierra, trazarnos los caminos de la Cuba plena, independiente y abierta, donde una sonrisa de mujer mueve montañas y maquinarias fabriles. En fin, que es este un jardín en realidad hermoso ¡tenemos tantas y tan distintas flores!
Muchas felicidades en este nuevo aniversario de la FMC seguiremos siendo fieles al legado de nuestro Lider revolucionario Fidel Castro y a la companera Vilma Espin
¡¡¡¡¡Muchas felicidades!!!!!