Sucedió en Nuevo Milenio, la TRD de La Timba. Era casi la hora cierre del domingo. Una muchacha se acercó el dependiente del quiosco y le dijo: “Por favor, disculpa, me equivoqué. Aquí está todo, son 3,70 cuc, lo siento, lo siento mucho….”.

Él recordaba. Un rato antes, el otro dependiente hizo el cálculo de las compras de una clienta, que no coincidía con el de ella, quien reclamó su vuelto. Como el muchacho habían entrado hacía poco en el puesto, el otro pensó que en realidad podría haberse equivocado y le dijo: “Devuélvele el dinero, ya veremos cuando cuadremos”.

Al parecer, cuando la joven llegó a su casa con las compras, algo la inquietaba, por lo que calculó todo nuevamente y comprobó su error. Armada de honestidad, decidió regresar a enmendarlo. Además de su actuar sincero, conmovía su humildad, una cualidad en extinción.

¿Cuántas personas habrían hecho algo similar? Difícil de saber, en estos tiempos en los que los valores, en no pocos momentos, se desvanecen y, lamentablemente y sin sr absolutos, actitudes que años atrás eran la media, resultan ahora “raras”. Tal vez por ello, no pocos ojos se desorbitaron, sorprendidos sus dueños por el gesto.

El calzo, viene desde la cuna y se alimenta y fragua en el día a día, nunca pueden faltar las palabras, el comentario, el acompañamiento. Cuando se construye bien, no hay huracanes, crisis ni tentaciones capaces de derribarla.