Foto: Francisco Blanco

Algunos defienden que “el fin justifica los medios”, cuando se utiliza para eximirnos de la responsabilidad ante un hecho o ac-ción creada a nuestro favor para obtener un beneficio tangible (recursos mal habidos) o intangible: traficar con influencias.

Esta frase, en latín, del teólogo alemán Hermmann Busenbaum y extraída del texto Medulla theologiae moralis (1645), reza: “Cum finis est licitus, etiam media sunt licita (cuando el fin es lícito, también lo son los medios)”, ha sido popularmente, atribuida a Maquiavelo e incluso al mismísimo Napoleón.

La astucia, en el diccionario, se define como la habilidad para conseguir algo, especialmente engañar o evitarlo. Uno de los ejemplos más conocidos lo describió Homero cuando Odiseo, increpado por el Cíclope –para saber el nombre de quien lo privó de la visión y escapó, junto a sus compañeros, de la muerte-, respondió: “Nadie”. Sin embargo, en estos tiempos difíciles, su mayor empleo se relaciona con la primera acepción.

Recomiendo, tener en cuenta que la astucia atenta contra la ética, cuando buscamos un resultado personal y contrario al interés social que busca el trabajo en equipo. Por otra parte, la simulación –para obtener determinado beneficio- nos coloca en una situación indefinida porque muestra, a través del enmascaramiento, propósitos muy lejanos del interés colectivo, mientras la ironía lacera cuando se usa como espada y no de escudo.