
De cara a la rendición de cuenta de los delegados del Poder Popular a sus electores -la primera del actual mandato de las Asambleas Municipales-, más que del proceso en sí, me gustaría hablar de la labor de quienes les toca liderar lo que, a la luz de las actuales circunstancias, constituye -sin dudas- la más cruenta batalla barrial jamás conocida, contra el ejército de demonios originarios (y en completa disposición combativa), más otros muchos que nos han fabricado, en exclusiva para los cubanos.
Hagamos un sencillo ejercicio comparativo y confrontemos la labor del delegado con la de un cocinero. Bueno, en tiempos de surtidos variados y abundancia, cualquiera acepta pararse frente al fogón, y hasta al menos experto hace las delicias de los comensales, pero cuando las escaseces campean por su respeto, ya el solo hecho de aceptar asumir el reto, merece –cuando menos- respeto y acompañamiento.
Me inclino ante tanta entrega y admirable humildad. Y tal vez a alguien, en medio de una cotidianidad de carencias y aspiraciones pendientes, le parezca desproporcionado e incluso, inmerecido, hablar del delegado en términos elogiosos, pero nos hemos preguntado cuántas soluciones a problemas del barrio (colectivos e individuales), empezaron por la gestión, la llamada y hasta el berrinche de nuestro “alcalde” de circunscripción.
Las de mi reparto (Aldabó), son dos, se les puede ver en cuanto acontecimiento grupal tenga lugar, sobre todo, aquellos de carácter “oficial” (fiestas y conmemoraciones), que ellas misma organizan, como pueden, con el concurso de todos, y sin dejar pasar nada por alto. También están cuando las tensiones pueden atentar contra el buen desenvolvimiento de algunos otros de la cotidianidad (colas del pan, gas; productos liberados, con regulación).
Graciela Duncan Sánchez, “la que a mí me toca”, es oficial del MININT, todavía en activo. Ahora mismo, su esposo recién operado, guarda reposo, pero ni siquiera por eso ha bajado la guardia. No es de estar riéndose con todo el mundo, más bien clasifica como una mujer de carácter, sin embargo, todo el mundo habla muy bien de ella y su gestión.
Y, a fin de cuentas, como alguien, atinadamente, me comentara: “No la propusimos para que nos hiciera chistes”.
Arrastran el fardo de sus propios asuntos y también se echan sobre los hombros las insatisfacciones de la comunidad y su gente. Hoy están en la rendición de cuenta, mañana tienen despacho, todos los días, deambular de aquí para allá para tomarle el pulso al reparto, con sus quejas, reclamos, sus sinsabores, y, aunque en menor medida que hace un tiempo, también soluciones, respuestas, palmadas en la espalda e incluso algún que otro reconocimiento.
El delegado, aun en medio de tantas carencias y postergaciones, no ha perdido protagonismo y trascendencia, es él quien aglutina para resolver entre todos, sin salir de casa, lo que depende de la coordinación de esfuerzos, y asimismo, acerca los sinsabores que dependen de recursos y financiamiento, a las posibles soluciones, que podrán llegar más pronto o tardar, en dependencia de otros factores que les son ajenos.
Como nunca antes, vientos huracanados soplan en contra, pero los delegados siguen ahí, batallando, con el mérito y la capacidad que los llevo al cargo, por delante.
El delegado solo podrá asumir el cargo si le anima una inmensa vocación de servicio, y si bien nada es más reconfortante que el apoyo y el reconocimiento de los vecinos, debe estar preparado para la probable ingratitud de los hombres. Aun así, al menos yo, no tengo noticias de ninguna circunscripción con vacante.
Los he conocido que devinieron (o reafirmaron) infalibles patriarcas (o matriarcas) del reparto donde moran y son los más reclamados, cuando algo perturba el buen discurrir de la patria chica o del hogar, puertas adentro.
Se lo ganaron, con soluciones, alivios o, sencillamente, acompañamiento. Ahora nos esperan para rendir cuentas. Los electores escuchan, evalúan y vuelvan a tomar la palabra.
Ver además:
Desde siempre siento un profundo respeto por los delegadosy su dificil trabajo, en muchos casos solos sin el necesario apoyo de los gobiernos municipales y sus factores económicos (comercio, acueducto, etc). Hay que lograr que sea acompañado por estas autoridades, que no quede un solo planteamiento sin respuesta, podrá o no demorar su solución, sabemos las dificultades que enfrentamos. No sigamos convirtiendo al delegado en un tramitador de planteamientos, que aquellos responsables de su solución den la cara.