Foto: Tribuna de La Habana

De los servicios que ofrece Etecsa, cada cubano, a partir de la experiencia propia o ajena, se forma su propio criterio. Y han de ser muchos, por cierto, en tanto, la entidad, en materia de telecomunicaciones, asume todo sin competidores, a lo largo y ancho del archipiélago. Tan abarcador universo supone la existencia de usuarios satisfechos e incluso muy satisfechos; pero también, contrario a lo que debiera esperarse, abundan las inconformidades y los molestos, con la diferencia de que esto último, a juzgar por lo que se palpa en calles y el ciberespacio, inclina la balanza a su favor, lo cual tiene mucho más peso de lo que puedan decir la estadísticas.

Los conozco que no las tienen todas con Etecsa. Los leo en Facebook, escucho en las calles e incluso, ahora mismo, les tengo entre mis vecinos. Capitalinos quejosos que no se explican cuán poco serio se comporta la entidad con las obligaciones para con sus clientes. De todo hay en la viña enmarcada dentro de los límites de sus predios: interrupciones, respuestas demoradas, curitas en lugar de soluciones definitivas…

Con Etecsa, aunque no exenta de sinsabores, mi ya larga relación cliente-servidor, podría haberse calificado de agradable. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, pareciera que los trabajadores del Departamento de Asistencia Técnica, de la División a la cual se vinculan los clientes del reparto Aldabó, se han empeñado en que termine por hacerme de ellos, su empresa y del organismo que representan, la peor de las opiniones. Definitivamente están obligados a reconquistar aquella armonía generalizada que caracterizaba las relaciones con sus clientes. Es moral, les toca y lleva entrega. Sobre todo ahora, en medio de un bloqueo recrudecido que ha multiplicado las interferencias.

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