Foto: Tomada de Cubadebate

En Cuba, las tormentas locales severas (TLS) suelen ocurrir en cualquier época del año, y aunque el estudio de tales fenómenos hidrometeorológicos ha identificado a mayo como el mes de más alta ocurrencia, de conjunto los que van de marzo a septiembre, conforman la etapa de mayor probabilidad, a lo largo del año.

Sin embargo, de acuerdo con los registros y hasta donde se tienen noticias, de las TLS más sonadas en Cuba, solo dos ocurrieron en ese período, y precisamente tuvieron lugar en el lapso calificado como el más peligroso (mayo).

Hasta hace relativamente muy poco, en la Isla, los rabos de nubes –como también suele identificárseles- habían sido muy poco estudiados, y los cubanos, en sentido general, pero sobre todo los capitalinos, le conocían y le temían menos que a los ciclones y huracanes, sin tener en cuenta que, en ocasiones, la fuerza de sus vientos y el agua a ellas asociada,  también pueden provocar resultados tan e incluso más catastróficos, con daños materiales de consideración y no pocas pérdidas de vidas, humanas y de animales.

La palabra “tornado” proviene del latín “tornare”, que significa “girar”. Un tornado es un fenómeno meteorológico intenso e impredecible, caracterizado por vientos que giran desde una formación nubosa densa en forma de embudo.

Esta formación es visible por la presencia de polvo que es succionado de la tierra y por la condensación en su centro de gotas de agua. El ancho de un tornado puede variar desde unos treinta centímetros hasta casi un par de kilómetros, y tienen un recorrido casi siempre menor de 80 Km.

En Cuba, la investigación a profundidad de las también llamados mangas de viento o tornados comenzó hace relativamente pocos años y desde entonces los especialistas analizan su frecuencia e interioridades.

Matanzas y Camagüey fueron las provincias pioneras en la investigación de tales fenómenos, que puede incluir turbonadas (tormentas eléctricas, granizadas, rachas lineales destructoras o trombas marinas, esta última si sucede en la costa

No se conoce con exactitud la velocidad a la que el viento se mueve en su interior, pero se estima que puede alcanzar los 500 km/h. No es extraño, entonces, que a tal velocidad arranque árboles de raíz, transporta grandes objetos por largas distancias, destruye casas, y siembra la desolación, en sólo unos minutos. Debido a la enorme depresión que acompaña al torbellino, el tornado al pasar por una casa, puede levantar el techo y hacer estallar las paredes por el efecto de la presión interior.

NOS AZOTARON CON FUERZA MAYÚSCULA

Los capitalinos son dueños de la experiencia más fresca entre los registros de tornados que con embestida descomunal hayan impactado a la Isla. Alrededor de las 8:30 pm, del 27 de enero de 2019, en la barriada del Casino Deportivo, en el Cerro, empezó a dejarse sentir.

Fue una arremetida relámpago. Apenas 26 minutos durante los cuales pasó por Santos Suárez, Calzada de Diez de Octubre, Luyanó, Avenida del Puerto, sur de Regla, reparto Chivas, Berroa, para luego salir al mar a las 8:46 p.m., ya debilitado. Lo hizo por el este de Alamar (Reparto Celimar).

En prácticamente un abrir y cerrar de ojos recorrió 20 kilómetros, con un área de devastación, que desde su vórtice osciló entre 50 y 350 m. Los especialistas le calcularon una velocidad promedio de 46 km/h, y a juzgar por los daños le clasificaron tornado EF4, con vientos máximos entre 267 y 322 kilómetros por hora, según la escala de Fujita mejorada (INSMET).

A su paso dejó un cuadro desolador: cuatro fallecidos, más de 200 heridos, y una ciudad que más bien parecía haber sufrido un terremoto de consideración.

Sin embargo, la memoria se pierde en el tiempo y da cuenta de otros eventos similares, igual de nefastos, que tomaron a Cuba como destino.  En 1940 un tornado ocurrido en Bejucal tuvo vientos de 350 km/h (también un ef4), causó 20 muertos, más de cien heridos y el derrumbe de numerosas viviendas y otras instalaciones.

De consecuencias dramáticas puede calificarse asimismo el tornado que impacto a Varadero en 1980. Exhibió vientos de aproximadamente 200 km/h, y dejó un saldo de tres fallecidos. El diario Granma da cuenta de otros dos ef4, que, con apenas 24 horas de diferencia, en mayo de 1999, azotaron los poblados de Pedroso y Cruces, en Matanzas y Cienfuegos, respectivamente.

En esta suerte de lista negra también aparece el que impactara a Cruces (Cienfuegos) del 29 de mayo de 1973: Provocó daños considerables al derrumbar varios árboles, destruir totalmente 22 casas y afectar parcialmente otras 31, con el saldo de un muerto y nueve heridos graves.

Y no se queda atrás el de San José de las Lajas, del 27 de junio de 1980. Provocó un muerto, siete heridos graves y uno leve. De igual modo destruyó cinco casas de manera total y siete parcialmente.

A pesar de los pesares, en sentido general, los capitalinos, aunque no exentos de azotes y riesgos, hemos sido más privilegiados. El propio Arnaldo Alfonso advirtió que los tornados en la capital son menos frecuentes. En su entorno, las mayores probabilidades recaen en la periferia.

Sin embargo, al del 27 de enero de 2019, viene a sumarse por su efecto demoledor, el 3 de marzo de 1923. Surgió a partir de una tromba marina y afectó la zona del antiguo Palacio Presidencial.

También hay noticias de que el martes 9 de abril del 2002, aproximadamente entre las 5:30 y las 6:00 p.m. (16:30 y 17:00 hrs del meridiano 75), los habitantes de la barriada de El Palmar en el municipio de Marianao fueron testigos de la formación, primero, y el posterior azote de una manga de viento. Cuentas los pobladores del lugar que las tapas de tanques, tejas de zinc y fibrocem volaban por todas partes. Duró solo unos 20 minutos, mas dejó daños que todavía entristecen y erizan los pelos.

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