
Todos en una colonia de hormigas tienen una función, y cumplen con ella. Esos insectos transportan cargas muy superiores a su peso, colaboran entre ellos, y lentamente, lejos de la vista de los curiosos, levantan su colonia, hasta que un día, de pronto, nos damos cuenta de que en medio del jardín, o en una esquina cualquiera de la casa, las tenemos como vecinas.
Los seres humanos deberíamos aprender a ser más como las hormigas. Trabajar en colectivo es fundamental para el desarrollo de nuestra sociedad y, gracias a ello, en Cuba se han logrado desarrollar, por solo citar un ejemplo, las vacunas que actualmente empleamos contra la COVID-19.
Sin embargo, en oportunidades somos testigos de ejemplos de egoísmo y falta de solidaridad que impiden, más allá de los efectos del bloqueo, nos desarrollemos a plenitud.
El acaparamiento de todo tipo de productos para su posterior reventa, en busca de beneficios individuales, la indolencia, la desidia, y el aumento desmedido de los precios, son elementos que se contradicen con los esfuerzos por sacar a flote la economía del país. Las soluciones a muchos de los problemas de abastecimientos que hoy tenemos, están, en no pocas oportunidades, al alcance de nuestras manos.
Hay quienes se quejan de la falta de ciertos y determinados insumos, y olvidan que existen alternativas para sustituirlos. Cierto es que en oportunidades no dan los mismos rendimientos que los productos químicos que se utilizan en la actualidad, pero indudablemente, es mejor que quedarse cruzados de brazos.
Ante esas carencias, es bueno dar una nueva mirada al mundo de las hormigas, del cual tenemos mucho que aprender. Según datos publicados en Internet, en el caso de las hormigas cortadoras de hojas, estas, por lo general, no las usan para comer, sino para alimentar de forma orgánica a un cierto tipo de hongo que crece en sus colonias, el cual emite unas estructuras llamadas gongylidia, y de las que ellas se alimentan. Todo un ejemplo de “agricultura ecológica” que los seres humanos, más en estos tiempos de carencias, deberíamos de imitar.
Comenzar a ver la sociedad como una colonia de hormigas, formada por miles, millones de hormigueros, siendo los más pequeños, y base de su fortaleza, el hogar donde vivimos, nos permitiría comprender mejor el vínculo que existe entre todos los miembros de la sociedad.
Educar a nuestros hijos y nietos en el trabajo en colectivo, en la cooperación en las diversas tareas del hogar, es el primer paso para que ese hormiguero pequeño que es la familia crezca fuerte y robusto. Lograrlo pondrá los cimientos para el trabajo en colectivo más allá del hogar, y con ello el desarrollo, no solo de nuestra sociedad, sino de ese “hormiguero” grande que es el planeta Tierra.
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