Foto: Tomada de Cubasí

Queda claro, al ver los resultados de la votación en contra del bloqueo realizada en la Organización de Naciones Unidas (ONU), que la mayoría del mundo está a favor de su eliminación. Sin embargo, en los sectores más reaccionarios de la política estadounidense, no se concibe tal idea, pues en Cuba impera un “estado terrorista”.

Y, al parecer, debemos de tener algo de “asesinos”, ya que durante años, la Medicina cubana se ha encargado de mejorar la calidad vida, y salvar a millones de personas en diferentes rincones del planeta. Más recientemente, cometimos el “pecado” de extender la ayuda solidaria hasta la lejana Italia, cuando más cruda era allí la pandemia de la COVID-19.

Súmele a las acciones “terroristas” el hecho de que en innumerables oportunidades, los galenos cubanos han frenado en distintas regiones del mundo el avance de enfermedades como el ébola y el zika, o cooperado en regiones de desastres naturales, poniendo freno a la muerte, una afrenta imposible de olvidar, en un mundo donde impera la ley del más fuerte.

Pero, la mayor de las faltas de los últimos tiempos radica en el hecho de haber fabricado cinco potentes “armas” contra la COVID-19, gracias a los candidatos vacunales desarrollados en el país, de los cuales, Abdala se convirtió en la primera vacuna de América Latina contra la enfermedad.

Todos son “pecados terribles”, porque en cada uno está presente la inteligencia y perseverancia de un pueblo que se niega a doblegarse, a pesar de dificultades y escaseces. Ahora bien, analicemos la doble moral de quienes defienden el bloqueo, a partir de uno de los argumentos que utilizan para su permanencia y recrudecimiento.

Según plantean los defensores de este genocidio público, el “gobierno terrorista” de Cuba se mantiene gracias a las remesas que los cubanos reciben de sus familiares en el exterior. Según esa tesis, todo ese dinero, al gastarse en instituciones estatales, va a parar a las arcas del Estado y por ello, hay que cortar su flujo a Cuba.

Ahora bien, si esto ocurre así, entonces, ¿por qué se permiten que distintas personas y agrupaciones a favor de la “democracia en Cuba” (la que conviene a los intereses de Estados Unidos, naturalmente) paguen, mediante diferentes formas, a quienes en la Mayor de las Antillas les siguen el juego? Retribuir por sus servicios a quienes rompan un tanque de basura, apedreen, saqueen o incendien una tienda (en la cual ellos mismos tienen que comprar, viren un patrullero, se hagan pasar por alguien violentado por la policía, incendien un establecimiento estatal, e incluso, peguen a un niño para decir después que fue la policía cubana quien cometió tal acto, eso, sí es permisible.

Sin embargo, ¿dónde van a gastar esas personas dichos ingresos? Personas, que dicho sea de paso, se benefician de los servicios médicos gratuitos que el Estado cubano brinda a todos por igual, pero no dudan en apedrear un policlínico lleno de niños y mujeres. ¿Acaso esos asalariados (porque qué sino es lo que son), no van a realizar sus compras en las tiendas cubanas, las mismas que según ellos “llenan las arcas del régimen”; o es que esas personas tienen un lugar diferente dónde adquirir sus alimentos y demás productos?

Entonces, ¿cómo es posible que para estas personas no exista un corte en los pagos que reciben? Sin dudas, se trata de un problema “menor” que deben dejar pasar por alto para mantener una “lucha por la democracia” dentro de Cuba, pues de no hacerlo, habría que ver cuántos de ellos saldrían a las calles, o harían un video en contra de la Revolución. De seguro, muchos, por no decir todos, abrirían definitivamente los ojos, y se darían cuenta que el bloqueo no es cuento de camino.

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