Hace apenas dos meses, sin el vestuario del protocolo que exigen los escenarios de la diplomacia, el canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, rodeado de jóvenes participantes en la Caravana por la Vida, fue enérgico en sus palabras de condena al Gobierno de los Estados Unidos. “Cuba entera se moviliza contra el bloqueo en todos los ámbitos. Hay que reconocer que el bloqueo no solo es el más prolongado, es el más criminal, el más extraterritorial de cualquier sistema de sanciones que se agudiza en medio de una pandemia”.
Cuba es la promesa incumplida de todas las administraciones estadounidenses, desde que la Casa Blanca decidió imponer las sanciones económicas que llevaron a la rebaja de la cuota azucarera y el bloqueo económico, comercial y financiero (1962), e incluso de las agresiones directas con el apoyo de algunos gobiernos latinoamericanos que prestaron su territorio para actividades de entrenamiento militar, como la denominada Operación Mangosta (recuérdese el ataque por Bahía de Cochinos) y la participación mercenaria de elementos extremistas del exilio cubano radicado en Miami, fundamentalmente.
Los recientes intentos de crear situaciones de desestabilización social en Cuba, permiten relacionar tales acciones de grupúsculos de apátridas como hechos no aislados de la estrategia asumida por Washington en su política exterior, particularmente agresiva e inconsecuente con Cuba, en medio de una situación internacional de crisis agudizada por la pandemia de la COVID-19 y el recrudecimiento criminal de las acciones del gobierno estadounidense para cumplir los objetivos del bloqueo genocida impuesto a la Mayor de la Antillas.
Más claro: todo aquel que aspire a la presidencia de la Casa Blanca –como es el caso del actual mandatario Joe Biden- debe comprometerse a mantener la línea dura establecida contra Cuba por los estrategas más reaccionarios en los círculos de poder norteamericanos, y especialmente los representantes de la mafia cubano-americana, en una perversa porfía destinada a mantener un punto exclusivo y perpetuo en la agenda del Presidente: no reconocer el derecho de soberanía defendido por la Isla.
Hasta la fecha todas las administraciones norteamericanas han fracasado en la búsqueda de sostener las acusaciones infundadas en la Comisión de Derechos Humanos (Ginebra), en la cual también obtuvimos el apoyo mayoritario de las naciones, contra la política de Washington de mantener el bloqueo contra Cuba.
Existe un documento oficial, suscrito el 6 de abril de 1960 por L.D. Mallory, funcionario del Departamento de Estado, donde se reconoce que: "El único medio previsible para enajenar el apoyo interno (del pueblo cubano a su Revolución) es a través del descontento y el desaliento basados en la insatisfacción y las dificultades económicas”.
Por supuesto, es difícil no encontrar cipayos en un mundo donde los "derechos" se convierten en propiedad exclusiva de las naciones del Primer Mundo, como es el caso de las vacunas monopolizadas por las grandes firmas productoras farmacéuticas, a pesar de las advertencias de una distribución equitativa enunciada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la demostración de Cuba de enviar médicos cubanos a varias naciones para enfrentar al flagelo de la COVID-19, incluso a países capitalista, porque requirieron de nuestra ayuda.
Disponer de vacunas propias contra la COVID-19, en medio de un titánico esfuerzo debido a la carencia de recursos y financiamiento por causa del bloqueo, es una de las victorias que no le perdona el imperio norteamericano a Cuba, específicamente porque se ha logrado demostrar, bajo la dirección del Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, que la continuidad de los preceptos que defendemos sostienen las bases de nuestra soberanía e independencia.
La persistencia de las acusaciones del Gobierno estadounidense contra Cuba demuestran la estrategia para destruir un sistema social con raíces y proyecciones auténticas, basadas en el programa del Partido Revolucionario Cubano, fundado por José Martí, y consolidado por el pensamiento revolucionario de Fidel Castro y la acción del Partido Comunista de Cuba: verdaderos representantes de los intereses y necesidades de un pueblo soberano e independiente. Es temporada de lobos, y el caimán, sigue eternamente verde, a pesar de los esfuerzos para madurarlo.
Ver además:
Presidente cubano e integrantes de su equipo de Gobierno comparecen en cadena nacional
Canciller cubano rechaza declaraciones de funcionario de EE.UU. sobre Cuba