Fidel Castro junto a Nicolás Guillén, Alfredo Guevara y Alejo Carpentier, en el II Congreso de la UNEAC Foto: Mario Ferrer

He creído siempre que el discurso del compañero Fidel en 1961, dirigido a los intelectuales, tiene un relieve capital: nos salvó de caer en los feroces dirigentismos que ensombrecieron en otras latitudes la tarea creadora”, escribió Juan Marinello en carta personal a Roberto Fernández Retamar (21 de septiembre de 1967). Era la voz del intachable comunista, el poeta, ensayista, docente universitario…, brillante en todas esas prácticas. Desde la experiencia y la sabiduría, hacía referencia a las reflexiones de Fidel que dieran conclusión a tres jornadas (16, 23 y 30 de junio de 1961) de fructíferos intercambios entre la más amplia representación posible de artistas y escritores del patio y miembros de la dirección del gobierno de la Revolución naciente, encabezados por su líder.

Daba gracias por cuanto lo que, bautizado como Palabras a los intelectuales, plantó las esencias y los principios de la política cultural a seguir en lo adelante, llamada a defender, desde la inclusión, la libertad de creación en las formas y los contenidos.

La Revolución no representa un peligro para la creación, dejó claro Fidel en una improvisada pero brillante pieza oratoria, caracterizada por su sinceridad, transparencia, profundidad e incluso hasta lirismo. Calaron, sí, pero no fueron palabras dichas para enamorar; eran fruto del intercambio y el entendimiento, verdades como soles que llevaban en sí el peso de la luz y marcaban derroteros.

Y decía el Líder de la Revolución: “Somos un producto de la selección, pero no tanto natural como social (...) La selección natural dejó en la ignorancia a quién sabe cuántos jóvenes superiores a nosotros (...) y el que se crea artista tiene que pensar que por ahí se pueden haber quedado sin ser artistas muchos mejores que él”.

Efectuado solo unos días después de la derrota de la invasión mercenaria por Playa Girón y en el año de la Campaña de Alfabetización, que acabó con el analfabetismo en Isla; el estremecedor y emotivo encuentro, en el cual se proclamaran además principios y verdades tan sagradas e inviolables como que Revolución es cultura en sí misma y que ninguna es posible sin la otra, marcó el inicio de un verdadero batallar en defensa de la cultura en sus concepción más amplia y sus hacedores, que ya va para 60 años ejemplares, contra viento y marea, con la inmensa mayoría del pueblo como protagonista de esta descomunal hazaña que demuestra la justeza y la vigencia de las palabras de Fidel a los intelectuales.

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