Foto: Tomada de Cubadebate

Yuliendri, como tantos jóvenes, ya no concibe otra forma de despertar. Primero 150 tazas de "likes" bien potentes para cargar baterías, justa cosecha de su selfie de ayer mostrando los impecables pectorales; sobre el pan tostado una dosis de 300 comentarios celebrando sus atributos físicos; a continuación la puesta al día con los avatares de su círculo entrañable: repasar qué van a desayunar sus compañeros de aula, las travesuras de las mascotas de sus vecinos, escudriñar si las reacciones al último post de su contrincante viril en la "cibercomunidad" superan las suyas (respira profundo; por esta vez no), reírse con los memes sobre la novela del momento y...

Ya nada, apenas el sueño, lo podrá rescatar durante el resto del día de esa zambullida. En el mar de Facebook, obviamente, la vida es más sabrosa.

Nadie pone en duda los beneficios de las llamadas "Social Networks" como mecanismo para la transferencia multidireccional de percepciones y saberes. Una maquinaria que bien ha sido aprovechada por parte de quienes mueven sus hilos, lo mismo en función del empoderamiento de individuos o grupos, que del control excesivo, la coacción y el espionaje sobre los usuarios, valiéndose de continuas violaciones a la privacidad.

El mundo de las redes podría ser provechoso solo si se cuenta con las herramientas críticas que impidan extraviarse por sus arterias más "tóxicas", esas que subvierten sus múltiples ventajas coadyuvando la adicción, la propensión al acoso sexual o ideológico, el narcisismo crónico o la baja autoestima que enmascara, la saturación informativa anestésica y, por supuesto, la siempre presente y nunca bien ponderada ansiedad.

En tiempos de COVID, aislamiento o movilidad restringida, las nuevas tecnologías devienen prolongación de nuestro cuerpo y la ventana ineludible a través de la cual escudriñar al universo. La "virtualidad" de esa experiencia sigue pesando como espada de Damocles sobre nuestras cabezas. Nos pone en la disyuntiva de abarcar el mundo y el conocimiento o vegetar frente a ellos.

De nuestra decisión depende no "enredarnos en la red" y salvarnos del rictus y trágico destino de un criollísimo pescado en tarima.

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