Un maratón fílmico de cinco décadas, que arranca en el largometraje Los días del agua (1971), pasando por antológicas colaboraciones con directores a la altura de José Massip, Manuel Octavio Gómez, Julio García Espinosa, Juan Carlos Tabío, por mencionar solo algunos, ratifica la estirpe de Mario Balmaseda como uno de los rostros esenciales dentro de cualquier historia, escrita o por venir, del cine nacional.

De la mano de estos ha levantado personajes inconcebibles fuera de su cuerpo, entre ellos la celebérrima interpretación de Antonio Maceo, nuestro Titán de Bronce, en la cinta de corte histórico Baraguá (1985), o sus incursiones en el género de la comedia, a partir de los títulos Se permuta (1983) o la más cercana en el tiempo Entre Ciclones (2002).

Tres filmes, no obstante, pudieran ilustrar por su alto nivel artístico y su trascendencia el recorrido de Balmaseda y sus signos esenciales.

Mario Balmaseda caracterizó al Titán de Bronce, Antonio Maceo. Foto: Archivo de Juventud Rebelde

Hasta hace muy corto tiempo identificada como el único largo de ficción realizado en Cuba por una mujer, De cierta manera (Sara Gómez, 1974) puso sobre el tapete, con una estética muy transgresora y altas dosis de espontaneidad, la temática del machismo, desde un prisma que se adelantó mares a los estudios contemporáneos sobre masculinidades en crisis. Balmaceda logró transmutarse magistralmente en el simple obrero de ascendencia marginal en cuya psiquis pugnaban añejos y revolucionarios conceptos, cuya tensión ponía de cabeza todo el tiempo su sistema de relaciones sociales y creencias. La escena donde en medio de un entorno altamente íntimo aquel sujeto declara cuánto miedo siente, hubiese bastado para garantizar al actor su Parnaso.

La inútil muerte de mi socio Manolo (Julio García Espinosa, 1989) volvía, valiéndose de la confesa experimentación, sobre una pieza de quien deviniese mentor para Balmaseda en sus inicios dentro del arte: el dramaturgo Eugenio Hernández. Otra vez el machismo y la "lateralidad social", pero ahora puestos en órbita a partir del enfrentamiento de antiguos amigos que intentan, desde un reencuentro fraterno en apariencia, ir develando sus frustraciones, traiciones pasadas, culpas y hasta deseos otrora inconfesados. Papel complejísimo, no solo por la densidad psicológica del personaje, sino por el montaje que García Espinosa proyectó para su película, entre los códigos de una puesta teatral y la cinematográfica, mixtura que debió llevar Balmaseda a su estilo interpretativo y del que salió nuevamente airoso.

Los actores Yolanda Cuéllar y Mario Balmaseda en una escena de De cierta manera. Foto: IPS

En los albores del XXI y haciendo gala de su indudable oficio se atrevió el actor otra vez a ponerse bajo la lente, en esta ocasión de Carlos Quintela, novísimo realizador que consiguiese con su multipremiada La obra del siglo (2015) uno de los retratos más interesantes sobre la realidad cubana en la actual centuria. La estética particular se sustentó acá en el rastreo de los tiempos muertos y las rutinas asfixiantes, el universo petrificado, monótono y sin salida, que rodea una tríada masculina multigeneracional encabezada por el vetusto patriarca a quien da vida Balmaseda.

El drama se inserta dentro de un barrio, especie de zona anexa al inconcluso proyecto, entre Cuba y la extinta URSS, de electrificación nuclear en Juraguá, provincia de Cienfuegos. La crudeza y radicalidad de la película de Quintela obligaron al actor a valerse de un muy acentuado ejercicio de contención expresiva, con algunos instantes de catarsis emocional que lo llevaron, junto a su personaje, a límites riesgosos y difíciles de sortear. El resultado selló para siempre la estirpe del histrión, concretando otro aporte redondo dentro de su ya, de por sí, intimidante carrera.

Un recorrido artístico no solo festejado ahora mismo por cualitativamente contundente, sino también por sostenido y frente al que no resta otra opción que no sea la más respetuosa reverencia.

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