
Intentaba con sus pequeñas manitas acomodarse el nasobuco. Se le caía de la oreja, le quedaba un poco grande… y la niña insistía en su empeño. La mamá la llevaba en un coche y nunca se dio cuenta de la batalla de la pequeña por mantener en la cara el cubrebocas.
Las abuelitas hacen ejercicios matutinos en un céntrico parque del Vedado. Siempre van bien protegidas y cuidan con celo la distancia entre ellas. Son símbolos de esa epopeya que cubanos de todas las edades libran desde hace ocho meses por su vida y contra una pandemia inusual, agresiva, extraña y contagiosa.
Los índices favorables que hoy muestra la capital son resultado de un trabajo intenso, denodado, constante del personal sanitario; científicos que aportaron medicamentos capaces de reforzar el protocolo médico y trabajadores de varios sectores que escoltan al pueblo que, con su disciplina, es sin duda el principal protagonista de estos éxitos.
Fue vital la ágil actuación de órganos de dirección para cerrar y atender cuadras, edificios, barrios, donde surgieron focos de la COVID-19.
¿Qué nos toca ahora?
Así, como aquella pequeñita luchaba por portar adecuadamente el nasobuco, serán pocas las medidas que cada uno adopte para coexistir con la pandemia en una “nueva vida”.
La prudencia es esencial: mantener más de un metro de distancia de la persona más cercana, lavarse las manos con frecuencia, usar desinfectante, limpiar cada día el puesto laboral, el pupitre, el vehículo; evitar a toda costa saludos efusivos, quitarse la ropa usada cuando lleguemos a casa y bañarse.
En centros laborales, de comercio y servicios, las administraciones, el sindicato y organizaciones deben ser guardianes de la salud colectiva.
Hasta tanto no dispongamos de una vacuna o un medicamento seguro, eficaz, será prudente evitar convocar a encuentros masivos. Desconfíe, cuídese usted y a su familia.
Hace poco, un amigo comentó que cualquiera puede contagiarse con la COVID-19, pero que guiados por medidas higiénico-sanitarias somos más fuertes, casi invulnerables. Lo dijo alguien que visitó los focos de transmisión autóctona más complejos, que rebasó la llamada línea roja de la enfermedad.
Hoy, el mayor responsable de tu salud eres tú mismo y hay que apoyar a toda costa a esos centinelas de nuestras vidas que son los médicos y enfermeras de la familia, quienes elevan su rol protagónico en la comunidad, para desterrar de una vez y por todas al nuevo coronavirus.