
Sonó el timbre de la puerta. Abrió. Un vecino le pidió le permitiera hablar por teléfono, a lo que ella accedió con una sonrisa, invitándolo a pasar. Continuó con sus trajines, pero no pudo evitar escuchar aquellas palabras que la paralizaron: necesito una ambulancia, mi mamá está con fiebre, tos y mucho decaimiento.
Automáticamente su cerebro la regañó. Ella que presumía de su responsabilidad al cumplir con todas las medidas para evitar la pandemia, no había medido consecuencias. Miró al muchacho, al que conocía de toda la vida pero que, en fracciones de segundos, se convirtió en una amenaza. Su mente se atiborró de todas las orientaciones, que los dos habían violado, pues la percepción de riesgo incluye, también, la prevención. Cualquier descuido, presupone un riesgo de contraer la enfermedad.
Estamos viviendo una situación muy compleja, pues este virus es altamente contagioso y nos resulta difícil cambiar hábitos y estilos de vida. Aun así, si queremos vencer esta batalla contra la Covid-19, tenemos que ganar en conciencia para romper las cadenas de transmisión.
Precisamente, en estos momentos en los que las estadísticas reflejan el resultado del sacrificio de muchos, es cuando no podemos bajar la guardia. El distanciamiento social, el uso del nasobuco, la higiene de nuestras manos, son armas infalibles.
No arriesguemos nuestras vidas ante este enemigo silencioso. Seamos humanos, solidarios, pero con precaución. La seguridad de muchos está en nuestras manos.
Realmente no son tiempos para confiar hay que ser desconfiados por que es cierto que el cubano se caracteriza por su gran humanidad, pero no medimos las consecuencias