En la primavera de 2020 el sol brilla más fuerte que nunca, el cielo se ve más azul, y las aves no dejan de trinar, porque pueden estar por las calles a sus anchas para comer lo que encuentran en su camino.

Al principio, unas pocas personas permanecían en casa, cobijados y protegidos de la temida enfermedad, que estaba derrotando de manera acelerada a una parte considerable de la humanidad. Otros, escépticos, no temían o no creían que algo podía dañarlos, pues se sentían más fuertes e inexpugnables que nunca.

…Y a las 11 de la mañana se hizo costumbre esperar las nuevas noticias, en las que las estadísticas muestran la inevitable realidad, cada día aumentan los números, no al ritmo de otros lugares, pero no cesan de crecer.

Poco a poco comenzaron a entender que era imprescindible recogerse en el hogar, no querían formar parte de las estadísticas, aunque siempre es necesario buscar alimento o aseo para lidiar con el necesario retiro. Y por increíble que parezca todavía algunos desandan por las calles, sin motivo aparente, desestimando la importancia y el valor de permanecer en su propia casa, sin querer entender que nunca antes había sido más fácil salvar una vida.

Otros deben trabajar por el bien de los demás, el personal de salud, periodistas, agricultores, productores, transportistas, vendedores, o los que bridan cualquier servicio imprescindible para la subsistencia.

Entonces, ha sido necesario aprender a vivir detrás de un cristal. Las “escuelas” son de cristal, los amigos se miran y conversan a través del cristal. Deben considerarse dichosos los que tienen una ventana de cristal, mucho más los que cuentan con un balcón o terraza para saborear el sol de la mañana. Y los que tienen jardines y patios son privilegiados, con un amplio mundo para recorrer y admirar.

Los adultos mayores no deben salir a las compras diarias, y miran la vida a través del cristal de la ventana o del televisor, aunque algunos no pueden evitarlo porque esa es su principal manera de relacionarse con el entorno, y se hace difícil controlarlos, a pesar de ofrecerles ayuda; otros no tienen elección.

Las personas han descubierto nuevas formas de vivir, crearon nuevos juegos, retos, memes, idearon nuevos platos con la poca variedad de productos para cocinar, e insospechadas maneras de pasar el tiempo, que se hace más largo que nunca. Comenzaron a escudriñar en el baúl de los recuerdos, donde guardan fotos memorables, que comparten con sus amigos, a través del cristal.

Aunque hay inevitables discusiones, la familia ha cambiado la manera de relacionarse, conversan más, intercambian ideas, han sacado añejados juegos de mesa, y hasta el desesperado adolescente intenta que sus abuelos se adentren en su mundo de cristal, y juegan juntos videojuegos, o al menos así lo imagino.

Algunos leen más, sobre todo aquellos que nunca tenían tiempo. Crearon nuevos proyectos, o retomaron los olvidados o detenidos por diferentes circunstancias de la vida, y se los mostraban a sus amigos, a través del cristal. Y los amantes no pudieron reencontrarse, por lo que tuvieron que idear nuevas palabras, otras formas de acariciarse y besarse, a través del cristal.

Los músicos reinventaron conciertos, esta vez sin aplausos, sin poder disfrutar la exaltación del público al escucharlos, pero la música se hizo más viral que nunca, como forma de sanar el alma y avivar el cuerpo.

La hora del cañonazo se ha vuelto aún más trascendental, la gran mayoría espera las 9 de la noche para brindar merecidos aplausos, a los héroes, muchas veces anónimos, que exponen sus vidas cada día, lejos de su familia, siendo su único contacto a través de un cristal.

Mientras tanto, los científicos investigan la nueva enfermedad, intentando encontrar una vacuna para frenar la terrible pandemia que se ha apoderado del mundo. Y por otro lado, la naturaleza aún no entiende por qué está tan feliz y respira mejor, a pesar de la terrible circunstancia que azota a la humanidad.

Y como nunca antes, las personas comenzaron a valorar las cosas cotidianas, que hasta ahora no le daban tanta importancia, como besar, abrazar, estrechar una mano, caminar por las calles libremente, jugar en los parques, pasear, estudiar, trabajar, tener un techo, y salud suficiente para disfrutar cada momento, o intercambiar con los amigos de tú a tú, mirando en la profundidad de sus ojos, sin que medie entre ellos, un inevitable cristal.