
Apurado llegas. La entrada está repleta de estudiantes. En la biblioteca de esa facultad es posible encontrar lo que buscas para cerrar la investigación. En la puerta abordas a la agente de Seguridad y Protección, quien hace las funciones de recepcionista. Respetuosamente le das los buenos días, te presentas y le comunicas el motivo de tu visita. Ella en cambio, ni siquiera te devuelve el saludo, más bien te inquiere con unas cuantas frases aseverativas y desconfiadas de tipo, “tú no eres estudiante de esta facultad” etcétera, remarcando tu posición de “ajeno” a la institución; no transa y hasta se ofende cuando le pides: “Relájese, está tensa”, a lo que contesta aún más molesta, “Yo no tengo que relajarme, hay una inspección, deja ver si te dejo pasar…” Está decidida a no dejarte pasar. Le explicas nuevamente el porqué de tu presencia, pero a pesar de eso, te recluye a un rincón de la sala de estar y te hace esperar a la bibliotecaria. Todo ocurre rápido, ha pasado menos de un minuto, y más que un extraño, te sientes un intruso. Logras pasar y concluyes todos tus asuntos académicos; sin embargo, un estado de verdadera tristeza e indignación se apodera de ti, no entiendes la actitud de aquella mujer.
¿Acaso sabe ella que no tiene derecho a tratarte mal?, ¿conoce que su puesto es la cara de la institución y, como tal, la primera impresión de la misma, incluso que tiene la obligación de informarte del procedimiento para acceder al recinto educativo?
Muchas interrogantes empiezan a surgirte… Desconcertado, sales casi corriendo, la sala de estar continúa repleta de estudiantes y ella sigue ahí tan campante. Una sola preocupación no deja de martillarte, ¿cuántas personas, como tú, serán maltratadas hoy allí?
Y que se resuelve con escribir?? Nadie contesta, nadie escuchaba
CUANDO SE DISEÑARA UN MECANISMO ADECUADO PARA LOS SERVICIOS EN GENERAL ,NO PUEDE SER EL CLIENTE EL PREOCUPADO Y AMABLE , HOY ESO ESTA INVERTIDO EN MUCHOS CASOS . EN MUCHOS LUGARES RESAN POR GANAR CLIENTES.