Mi sobrino (nieto) Pavel es un niño querido. Tiene dos años y goza del amor y cuidados extremos de sus padres y abuelos maternos. Sin embargo, el otro día, a la vista de sus progenitores, volteó una pequeña cubetica plástica (de esas en las cuales se envasa la mayonesa) y, al intentar subirse sobre su base, perdió el equilibrio, cayó al suelo y terminó con una sutura de tres puntos en la cabeza.

Menudo susto para el pequeño, pero sobre todo para sus mayores. Por suerte, esta vez, las cosas terminaron solo en un mero sofocón. No hubo que lamentar males mayores. No obstante, valdría la pena tener en cuenta que, cuando se trate de niños, es menester extremar los cuidados y multiplicar por cero todo aquello que pueda representar un riesgo.

Y parecería una alerta superflua si de cubanos hablamos. Los de por acá nos creemos unos padrazos. Por regla, la mayoría encuentra en el hogar refugio seguro y le tiene como remanso de paz, pero ¡ojo!, cuando esos “locos bajitos” están dentro, un pequeño descuido, puede trastocarnos la casa. Aunque parezca increíble, es raro que transcurra un día sin que, al menos, un infante no resulte lesionado como consecuencia de un accidente casero, de los cuales, muchos no trascienden los límites de la morada, por otro lado, muchos llegan a resultar lamentables y hasta fatales.  

Estudios recientes revelan que, en los últimos años, este tipo de eventualidad ha experimentado una tendencia al crecimiento, los cuales, en algunas naciones, ha logrado colocarse entre las primeras causas de muertes en edades de uno a 14 años. A fin de evitar contratiempos, los especialistas (y la vida misma) recomiendan hacer hincapié en aquellos obstáculos y causas que derivan en posibles caídas, peligros eléctricos, cocinas y sustancias tóxicas; además de invitar a prestar vigilancia a la manipulación de los juguetes, sobre todo aquellos que tienen partes punzantes o piezas susceptibles de ser ingeridas, y no perder de vistas a la interacción o la cercanía con animales que pueden responder con agresividad ante determinado tipo de estímulos.

Con mucho de razón, eso dicen las voces autorizadas. En cambio, mi abuela –le apodaban Madrina– quien, entre hijos, nietos, sobrinos, bisnietos y ahijados lo resumía en seis palabras: cuidados, cuidados, cuidados, disciplina, respeto y educación.