Desde mis primeros años como estudiante algo tuve siempre claro, las asignaturas de ciencias exactas no eran lo mío. Hace poco en un debate familiar, mi madre y yo, que somos muy de letras, discutíamos de cuán útil son realmente aquellas agobiantes ecuaciones y fórmulas matemáticas para el día a día…, más allá del desarrollo de la lógica, obviamente. Sin embargo, aunque es conocido que la Física o la Química tienen probada aplicación para la vida diaria, la práctica me lo demostró con creces, si alguna duda quedaba.
El P9 se detiene en la parada siguiente y una nueva oleada de pasajeros aborda el ómnibus que cubre la demandada ruta Víbora-Cujae. Entre el tumulto abigarrado, todos buscan las necesarias barandas de apoyo, pero desconcertados constatan que simplemente no existen. Reparo en ese momento cuántas situaciones problemáticas puede desencadenar la ausencia de este elemento que ayuda a contrarrestar los efectos de la inercia en la vorágine viajera.
El “acordeón” está tan destruido que parece como si la guagua se fuera a partir en dos en cualquier momento. Los hoyos en el piso suponen verdaderos abismos, semejantes a los obstáculos de esos videojuegos de la adolescencia. Apenas dos tubos de agarre y la deshilachada lona proveen de un apoyo digno. Una mujer sube y, tratando de no caerse, planta su pie sobre el de un anciano que con bastón en mano se aferra a uno de los pocos soportes disponibles, él la increpa con una expresión de muerte, a la cual ella responde con un acentuado y alto “disculpe” que el hombre no corresponde.
Luego, unas parejas de débiles visuales arrancaron más emociones que una película de acción o un peligroso acto del Circo del Sol, cuando al tratar de atravesar el autobús, fuimos testigos y auxiliadores de sus intentos infructuosos de alcanzar los inexistentes tubos.
Recientemente un colega casi desaparece por uno de aquellos huecos abiertos tranquilamente a la suerte de la calle, el suceso acabó en una desagradable lesión en uno de sus pies, pero las consecuencias pudieron ser peores.
Ahora, si monto un P9 ya sé que corro el riesgo de convertirme, sin quererlo, en un pasajero equilibrista y vivir, a mi pesar, situaciones terribles surgidas de la necesidad del confort requerido para quienes nos volvemos cada día en juglares citadinos sorteando la Física de la vida.
Simplemente Genial!