Es frecuente escuchar una frase en boca de personas que peinan canas: “La juventud está perdida”, sin embargo, hace unos días, me encontraba en una dulcería y cuando llegó mi turno se presentó delante una mujer de la tercera edad que hacía uso de bastón para andar. Sin pedir permiso, como dijéramos en buen cubano, “se coló”.
Pensamos todos que la anciana compraría un dulce y que estaba sola, pero luego nos percatamos de que llegó al lugar en auto y viajaba con un acompañante. La longeva, molesta ante los murmullos de los presentes, dijo haber pedido permiso y no solo compró un dulce, sino que pidió llevar todos los a la venta. Además, aclaró que las personas enfermas no hacen cola, solo llegan y compran.

Los cubanos sabemos cuidar a nuestros mayores, a las embarazadas y a todo aquel que por una condición específica no pueda someterse a situaciones, como por ejemplo extensas esperas, no obstante, la señora de esta historia no aguardó siquiera a que los de la cola hiciéramos uso de la cortesía.
Dicen que los jóvenes tienen actitudes irrespetuosas, ¿acaso no fue una falta de respeto de ella hacia quienes estábamos allí? A las personas debemos medirlas por las acciones y en este caso fue tan desconsiderada la anciana como su acompañante.