Foto: Tomada de Redes Sociales

Las tensiones en la transportación pública, dado el déficit actual de combustible, inquieta, pero en medio de esta situación, preocupa de manera particular a (casi) todos, la disyuntiva del posible regreso de los apagones (programados).

No debemos pasar por alto que, en materia de disponibilidad de algunos tipos de combustibles, el panorama se ha tornado muy complejo y, en consonancia, la materialización, tanto de la voluntad como de las medidas de las autoridades políticas y gubernamentales de la Isla para evitar también interrupciones del tan apreciado e imprescindible servicio, mucho depende de la actitud racionalizadora de todos y cada uno, en cualquiera de los escenarios donde toque desenvolvernos, fundamentalmente en el hogar.

El Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez ha reiterado que, amén de las averías lógicas inherentes a cualquier sistema, se ha logrado sortear los apagones (proyectados), los cuales no habrán de aparecer, de persistir la disminución de la carga en los horarios pico y extremar el ahorro.  

De conjunto, los integrantes de las familias, en cada núcleo, son responsables de un buen porcentaje del consumo total de la energía eléctrica en la capital, y en consecuencia, la provincia, con el mayor segmento de consumidores residenciales, resulta asimismo dueña de las mayores posibilidades para el ahorro, de una energía tan indispensable como cara le resulta al país su generación.

Si usamos la luz y los equipos eléctricos con racionalidad y en los momentos más oportunos en una suerte de acomodo de carga hogareña, además de alargar la vida útil de los electrodomésticos, ayudaremos a la economía personal y de la nación, con el gratificante añadido de contribuir a evitar los molestos apagones.

Se trata de sortear la borrasca de la manera más útil e inteligente, con la convicción de que, pequeña, rodeada de mar por los cuatro costados y rabiosamente asediada por la potencia más poderosa del hemisferio y sus acólitos, la Cuba indoblegable, no puede darse el lujo de invocar al ahorro solo cuando empiezan a sonar los truenos.

Ante tales realidades nos toca dejar a un lado la filosofía del finalista para hacer valer aquella que propugna hacer que pase lo que más ayuda, lo bueno, pero con el fin de incorporarlo a la cotidianidad, definitivamente.