Alguien llega a la entrada del hospital con papel sanitario y unos pomos de agua para una persona que allí se encuentra ingresada. Otro trae algo de ropa para un recién nacido, un tercero viene con comida para el acompañante.

Ninguno puede pasar al hospital. Desde la puerta contactan con la persona deseada para que ellos bajen. Otros mandan sus encargos con algún personal destinado para ello.

Foto: Tomada de Prensa Latina

Quienes bajan, no salen, los que llegan no pueden entrar. Tras lavarse las manos con hipoclorito se inicia una breve conversación la cual se realiza en la puerta del hospital, manteniendo la distancia, y con el nasobuco puesto. Esta vez no hay apretones de mano, mucho menos besos ni abrazos que perfectamente pueden transmitir la COVID-19.

Momentos después, el acompañante vuelve a la habitación con el enfermo. La otra persona, tras cumplir con su encargo, regresa por donde mismo llegó.

Foto: Tomada de ACN

La COVID-19 ha obligado ha suspender las visitas a los hospitales, a disminuir la cantidad de personas que fungen como acompañantes y a usar nasobuco en todo momento.

El distanciamiento, aunque no nos gusta, se ha vuelto un aliado efectivo al cual, en no pocas oportunidades, no se le da la importancia debida. Lograr que en todo momento se cumpla tanto con esta medida, como con las demás disposiciones orientadas, es fundamental para lograr la victoria frente a la COVID-19.

Ver además: