Cuatro de enero, por primera vez en el año hago uso del transporte público. Ahora la “guagua” cuesta dos pesos, y varios de los que antes tomaban un ómnibus para una o dos paradas, ahora andan a pie.

Tras dejar pasar tres P7 por fin llega un P2. Piden nueve personas, dos “inteligentes” tratan de colarse, pero no logran su propósito. El viaje se desarrolla normal, hasta que la guagua empieza a “cancanear”, de pronto se apaga. El chofer logra hacerla arrancar. Un poco más adelante vuelve a pararse. Todos los intentos son infructuosos.

¿Y ahora cómo salgo de aquí?, pienso para mis adentros. El lugar es bien incómodo para coger una guagua, sobre todo ahora que están limitadas con el problema de la COVID-19. Además, son dos pesos el pasaje, y no puede uno darse el lujo de estar pagando de más en el transporte público, y si tengo que pagarlo de nuevo cada vez que este se rompa...

Ticket de trasbordo de los ómnibus. Foto: Oscar Álvarez

Para tranquilidad de los pasajeros, como ave Fenix, aparece de pronto la papeleta de trasbordo, algo que hacía años no se veía. Respiro más tranquilo. Tomo mi boletín, consulto el reloj, ya no me da tiempo a seguir para mi destino. Un P2 viene en sentido contrario. Junto con otros pasajeros cruzo la calle. Mostramos el trasbordo al conductor que viaja en ese ómnibus. Ni él, ni el chofer saben nada de ello.

Por fortuna, en el carro roto viaja la jefa de tránsito. El conductor indaga, regresa y recoge los boletines. Ellos no sabían nada. Al parecer algo falló en el momento de dar las orientaciones; de hecho, no tienen trasbordo consigo, ni sabían que desde inicio de año eso se implementó; una medida, sin dudas, más que justa, pero que a todas luces no se informó a los choferes en tiempo y forma, como debe de hacerse.

El ordenamiento de la economía, ese que comienza ahora y que tiene a todos sacando cuentas, tiene mucha tela por donde cortar, y muchos ajustes aún por hacer. Ello, no tiene discusión, sin embargo, el hecho de que regresen los tickets de trasbordo -algo que nunca debió de desaparecer- es muestra de la voluntad del Estado por mejorar la calidad de los servicios que brinda al pueblo.

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