Recuerdo cuando era niña, en mi cumpleaños y en las fiestas a las que me llevaba mi madre, todos cantábamos al unísono canciones infantiles; esas melodías acompañaban a diario a todos los niños de mi generación –y las anteriores-. Hoy añoro escucharlas cuando paso por algún lugar donde celebran el cumpleaños de algún niño, pues actualmente en la mayoría de estas festividades se escucha salir de los altavoces obscenidades de algún reguetonero.

¿Qué pasó con las canciones Vinagrito, Amiguitos vamos todos a cantar y otras tantas? ¿Desaparecieron? No, simplemente que poco a poco han quedado en el olvido de las generaciones más jóvenes, siendo sustituidas por otras cuya lírica no es apta para los niños, quienes –como adultos- lo cantan como si a esa edad entendieran algo de lo que dice y lo bailan de una manera demasiado provocativa.

Esto escapa del círculo familiar y entra en relación con el ambiente en el cual se desarrollan los niños y la escuela, donde en las actividades escolares ponen este tipo de música que no es nada educativa e incita a “quemar etapas”, llamando al olvido de ciertos valores transmitidos en las canciones infantiles, necesarios para esas personitas en crecimiento.

La infancia es un momento de la vida tan bello que es para disfrutar de manera sana cada segundo. Hay que intentar rescatar esa inocencia infantil que con todos los cambios del mundo, se va perdiendo poco a poco. Enseñarles a los niños lo hermoso de vivir cada etapa sin dar saltos innecesarios, ir con la edad, respetando todo lo que lleva sin tratar de crecer rápido.